La siguiente carta contiene pensamientos y reflexiones escritas por mí para Teresa Wilms Montt sobre el álbum Zō, de Beatrice Beatrice, quien me manifestó su deseo de indagar en su obra. Luego del intercambio de experiencias, aquí están algunos pensamientos finales.
Me resulta muy interesante
revisar todo esto, de la manera que lo estamos haciendo. Me recuerdo a mí,
revisando mis músicas, antes y después de llevarse a cabo. Así de cerca me
siento. Te agradezco por la confianza.
Voy a comenzar relatando las
piezas en su aspecto sonoro, luego volviéndome sobre algunos elementos que me
llamaron la atención en relación a aspectos musicales varios, y empezaré a soltar mis preguntas y los supuestos.
Zō se compone de 9 piezas…
como acordamos, las llamaríamos piezas:
1-
Todas estas cosas
hermosas y terribles
2-
Ahora nuestras
mentes están tranquilas
3-
Viento tibio
4-
Clonazepam
5-
La muerte como
liberación
6-
Miedo
7-
Un tembloroso
salto aplasta mil mundos
8-
Amor es reflejo
9-
El inevitable
aprendizaje del amor
Para comenzar me referiré a los elementos generales que atraviesan a todas las piezas, para luego ir
deteniéndome sobre aspectos particulares. Lo primero que puedo notar a
grandes rasgos es que el motor está puesto en las texturas, qué quiero decir: a
diferencia de las canciones populares, donde suelen haber partes bien
diferenciadas en relación a melodía, armonía, ritmos, etc., aquí lo que mueve
cada pieza es la variación de timbres y colores, y su pensamiento conjunto, textura. Esto es lo que, en mi percepción, me aleja de la concepción de la canción popular, donde acostumbramos a distinguir partes a través de giros armónicos muy diferenciados y melodías que vuelven sobre sí, tanto en repeticiones calcadas como en guiños a elementos que se predican sobre la canción. En tu obra cada
aparición de melodías, acordes y arpegios, aparecen como capas de distintos
timbres, y destacan más por esto último que por su concepción en relación a las
alturas de nota, ritmos, u otro parámetro. Esto sucede, pienso, por el foco del desarrollo puesto en las melodías, que no es el común, y en el entramado armónico. Sobre lo melódico, hay piezas donde los sintetizadores son juguetones y hay una constante variación de melodía (como en Clonazepam, que de hecho esta sí se acerca estructuralmente a una canción popular, o, por otro lado, en Un
tembloroso salto aplasta a mil mundos) pero se da a nivel gestual: se
conservan aspectos del movimiento melódico pero no en relación a los parámetros mencionados (en relación a la
altura o ritmo), sólo a su gesto (movimiento) en razón de su timbre. Suena como una exploración constante,
una gran idea, en vez de una idea pequeña que se fue desarrollando. Para mis
efectos: una capa. Si me enfoco en el entramado armónico y textural, puedo dar cuenta de que la mayoría de las piezas están concebidas
desde las cuerdas, sea guitarras o bajo, para luego, sobre ellas, darse espacio a melodías de sintetizadores, arreglos de ruidos poco usuales, y hasta voz, en algunas piezas. Los tipos de arpegio me recuerdan a la
música emo y post-rock; contrapunto en guitarras, y desprendimiento de la
pesada concepción meramente triádica y de una funcionalidad pesantemente
gravitatoria. Si tuviese que hacer una recopilación de alturas de nota, en las
partes de mayor densidad textural, daría por resultado un casi-cluster… Así
como sucede con la música del amigo Pálida. Cuando hablamos de clusters tendemos a pensar en un complejo armónico que, perceptivamente, puede resultar confuso, abrasivo y en tensión. Sin embargo, un cluster (o casi-cluster virtual dado que no existe el cluster como tal en tus piezas) puede expresar liviandad
o ligereza. Dado que las piezas están concebidas diatónicamente (respetando una
escala de 7 notas a la manera propuesta (o impuesta) por la tradición
europea), y por cómo tratas el entramado textural, es que todo el complejo armónico suena más en reposo o resolución que en tensión. No suena duro. Y me voy a dar vueltas en esto
último, no suena duro, no suena pesante… es ligero, en mi sensación. Esto es
algo que caracteriza a toda la música, su ligereza. Una invitación muy amable a
ser escuchada. Pienso que si esto atraviesa a toda la obra, entonces debe ser
algo que debo prestarle atención, quizás hay una intención acá. Luego seguiré
con esto que acabo de proponer.
Por supuesto, que no todo en
música es la nota y su relación de alturas. La premisa de tu obra así lo
expresa, y lo que yo veo de ella, también. Por eso es importante para mí
destacar los otros elementos sonoros que aportan en esta percepción mía, además de los anteriormente mencionados:
reverberaciones gigantes que no resultan oscuras, incorporación de paisajes
sonoros o sonidos ambientes, piezas de pocas partes estructuralmente hablando,
la corta duración de cada pieza, ausencia de percusiones, y escueto uso de voz.
Deseo destacar de esto último que tu uso de voz en Amor es reflejo me llama mucho la atención, por la manera en que
cantas. Esa ejecución es muy liviana, cantando bajito y dejando pasar mucho
aire, me da la impresión… Como alguien recién descubriendo su voz, un poco
sorprendido y a la vez miedoso de lo que pueda salir desde uno. Todo lo
anteriormente dicho, además de ligereza, me hace sentir en un espacio íntimo y
personal. Tanto por ti, tanto por mí. Lo ligero, lo personal e íntimo es algo
que, pienso, pasa por toda la obra. Es esto lo que me hace sentir, a grandes
rasgos. Incluso frágil, recuerdo tu voz cantando. Sin embargo, todo lo anteriormente propuesto es en cierto sentido negado en la última pieza El inevitable aprendizaje del amor donde hay una clara melodía y una clara armonía en sintentizadores y un beat. La prédica de música hecha en base a cuerdas se esfuma, y la exploración melódico-textural también, los sonidos ambientes desaparecen. Para reforzar en la idea de la negación, la pieza casi a su final también se despide de las reverberaciones, trayendo del "allá" al "acá" el material sonoro, en términos de espacio, y cortando con la ligereza y ensoñación que se venía proponiendo... Como diciendo: todo esto fue, contrario a un todo esto es. Sobre esta idea volveré más adelante.
Beatrice Beatrice en el Hospital Psiquiátrico Horwitz, fotografía por Teresa Wilms Montt |
Habíamos hablado antes del
carácter ambient que podría tener
este álbum dada la forma en que está concebido, según yo, desde lo textural y
tímbrico en lo sonoro, y ofreciendo ligereza a nivel de escucha. Me dijiste que sí había mucha
influencia de eso. Sin embargo, acordamos que lo ambient no existía tanto en el objeto en sí, a estas alturas, sino
que también es una posición desde donde se escucha, una manera de relacionarse
con las músicas y sonido. Esto me parece sumamente relevante, dado que sí
percibo algo de lo ambient en las piezas pero… qué
es. Y por qué es algo, y no todo. En mi cuaderno de anotaciones tengo escrito “AMBIENT, NO MUCHO” en relación a mi
primera escucha. Para esto, volveré sobre algo que ya escribí sobre el álbum: Una invitación muy amable a ser
escuchada. Esto es lo que entra en conflicto con la idea que tengo del ambient, donde la escucha debiese ser
desatenta o distintamente atenta, y en función de una actividad o instancia. Recuerdo el título de la que se podría considerar como una de las piedras
angulares de la reivindicación de este tipo de instancia-escucha, que sería
Erik Satie con Musique d’ameublement, y
la segunda, que viene a instalar al ambient tal cual como lo conocemos, Brian
Eno con Music for airports. Ahora, Tere,
por qué me doy la vuelta larga nombrando esto… Es porque no todo es tan obvio,
al menos para mí, al menos hoy. Fíjate en los títulos, música de-, música para-, eso es lo que yo veo en tu música que me
hizo pensar en el ambient, además de
la clara amabilidad sonora. Sin embargo, y a pesar de no ser acaparadora,
siento que no es música para ser sólo oída, sino que hay una constante invitación…
Vuelvo sobre lo dicho: una invitación muy amable a ser escuchada. Y que esa
invitación puede tener un objetivo. Antes de seguir, voy a recalcar que no
tenemos que volvernos locos intentando encontrar el sentido último de esta
música, porque quizás no la haya. Muy probablemente no la hay. Estamos
especulando, estamos pensando en conjunto. Hay cosas que nos hacen sentido, y
estamos intentando darle un sentido conjunto a esto, precisamente estamos
habitando la distancia entre nosotros a través de tu música.
Sigo, entonces ese es el
sentido compartido con lo ambient, primero
lo amable en la escucha sugerida y segundo una funcionalidad, en relación a una instancia, de la cual aún no he hablado y mencionaré luego. Donde
fricciona es con la invitación. Porque, desde donde entiendo lo ambient en el objeto-música, sucede que
está precisamente pensando para ser sólo oído, o no ser escuchada-solamente, formando
parte de la arquitectura sonora de un espacio donde se desarrolla una instancia. Aquí es donde estarías rompiendo
el cascarón de lo ambient, porque una
invitación a la escucha no se condice con el propósito primero de lo ambient. Ahora… Entiendo que cada uno
escucha como quiere, hace lo que quiere y significa las músicas como les plazca
y me parece del todo bien, sin embargo, te hablo desde mi experiencia con tu
obra. Siempre recuerda eso. Entonces, ahora me toca decir por qué es que siento
una invitación a través de tu música… Y esto me pasa por todo lo que involucra
tu obra, tu música, desde lo no-solamente-sonoro. La otra parte de la música y que también es música.
Es a través de los títulos de las piezas, de la letra de las piezas cantadas, artwork,
del escrito que abre en bandcamp, de los comentarios en el vídeo de youtube, de
las reseñas… Todo aquello me hace pensar que aquí te jugaste cosas y que
quisiste plasmar, dejar inscrito de alguna manera. Por otro lado, lo que las
personas han manifestado de tu obra me hacen pensar que también se están
jugando cosas con tu música, la han significado, la hicieron suya, y no es mera
música para los quehaceres cotidianos y particulares de cada quién (pero no
niego la posibilidad de que esto pueda ser).
Artwork del álbum Zō de Beatrice Beatrice, por Mercedes Araya Day |
Lo primero con lo que me topo
al enfrentarme a tu música es una imagen compuesta de dos fotos, ambas de
flores. Una es apenas usada de marco, la otra es centro. A un costado, una
caligrafía japonesa, de la cual no tengo conocimiento técnico (¿serán kanjis o
algo así?). Las flores son buganvilias en tono morado, tan cotidianas como
siempre acaparadoras en su belleza, me gustan. Lo siguiente con lo que me topo
es con títulos de las piezas que me sugieren lo que vengo predicando ya desde
hace rato: cotidianidad, intimidad, lo personal. Lo veo en la elección de Clonazepam, conocida droga, La muerte como liberación o El inevitable aprendizaje del dolor,
donde dejas de manifiesto pensamientos tuyos, y por último Un tembloroso salto aplasta mil mundos, como sacado de una novela
de Herman Hesse, donde quién sabe cómo es que estás significando esa oración. Mientras sigo escuchando la música, y me doy
vueltas en todo lo que yo, como músico, me estaría jugando al inscribir estas
cosas en una supuesta música mía, sigo leyendo los comentarios de youtube. El comentario
que me asombra, lejos de las siempre bienvenidas felicitaciones por tu música,
es el que me aparece al último: Mushin no
shin. Nada más. Lo que para mí, viene a aportar en esta aura críptica. Puedo
decir tan críptico como personal tuyo. Porque lo que es el otro, para mí, es
siempre un misterio, estoy siempre a una distancia, por más mínima que sea. Y
aquí se hace gala de esto personal que paradójicamente me aleja. No en un mal
sentido. Hay tanto de cosas tuyas personales e íntimas, por así decirlo, que es
demasiado difícil de descifrar, de decir algo concreto. Y quizás ni siquiera están ahí para ser dichas
pero conforman esto que estoy experimentando, de alguna manera. Vuelvo a
insistir, y espero no ser tan majadero con esto, pero no es obvio. Podríamos
estar todo un día discutiendo sobre lo personal en la obra, en abstracto, pero
estoy hablando yo, y estoy hablando de lo que conozco de ti, y de tu obra. Y
aquí no hay una declaración de principios clara, no hay un relato de una
historia, hay otras cosas, eso percibo. Por eso digo que no es obvio que haya
una presencia demasiado íntima y personal en tu obra.
Volviendo sobre lo dicho, es
esa distancia que me genera todo esto tan personal tuyo, lo que a la vez abre
el espacio para yo significar y apropiar tu música. Y es esto lo que veo en ese
comentario, también, Mushin no shin.
Tan alejado de mí como, al parecer, tan significante, tan certero, para otra
persona. Lo mismo veo en las reseñas, donde dejaré algunos comentarios aquí
escritos. Primero, de Noesfm:
-
“Por medio de
ella [la música], es posible percibir un ensamble de ternura, miedo,
inseguridad y esperanza a lo largo de los casi veinte minutos de duración que
posee este trabajo”.
Hablar de miedo, inseguridad,
esperanza y ternura en una obra es algo comprometedor y apela bastante. Para
complementar esto, me veo en la obligación de escribir toda la reseña de
Cassetteblog y destacar algunos puntos:
En medio del ruido y la maratón cotidiana sobre el asfalto, los horarios y
obligaciones a cumplir, los compromisos con los demás, “Zo” nos sube a su
bicicleta y nos lleva de paseo por nuestra alma.
Pensar que nos da miedo decir la palabra amor porque suena cursi. Pensar que nos da miedo el amor. Pensar que el amor hoy es la revolución. Pensar que lo buscamos ahí afuera entre tantas multitudes, en las veredas recién barridas, en los vueltos cuando pagamos lo que nos dieron; y sin embargo, está en nosotros y en cada cosa que miramos, olemos, escuchamos y logra conmovernos.
“Zo”, la nueva producción del proyecto chileno Beatrice Beatrice, es amor, es perdón, es dulzura y todas esas palabras prohibidas por el gris de los días aislados.
Conmueve, y sin anestesia.
Asusta. Claro que sí. Siempre da miedo mirarse y descubrirse vivo, saber que somos parte de todo, y de verdad, sin libros de metafísica ni autoayuda.
Es real porque se siente.
Sentir.
El dolor. El miedo. El amor.
Extremos que se funden en un solo punto.
“Zo” nos pierde en los laberintos que guardamos en nosotros, y como un mantra, hace eco en cada giro que parece no tener salida.
Nos encontramos al cerrar los ojos.
Sentir para sanar."
Pensar que nos da miedo decir la palabra amor porque suena cursi. Pensar que nos da miedo el amor. Pensar que el amor hoy es la revolución. Pensar que lo buscamos ahí afuera entre tantas multitudes, en las veredas recién barridas, en los vueltos cuando pagamos lo que nos dieron; y sin embargo, está en nosotros y en cada cosa que miramos, olemos, escuchamos y logra conmovernos.
“Zo”, la nueva producción del proyecto chileno Beatrice Beatrice, es amor, es perdón, es dulzura y todas esas palabras prohibidas por el gris de los días aislados.
Conmueve, y sin anestesia.
Asusta. Claro que sí. Siempre da miedo mirarse y descubrirse vivo, saber que somos parte de todo, y de verdad, sin libros de metafísica ni autoayuda.
Es real porque se siente.
Sentir.
El dolor. El miedo. El amor.
Extremos que se funden en un solo punto.
“Zo” nos pierde en los laberintos que guardamos en nosotros, y como un mantra, hace eco en cada giro que parece no tener salida.
Nos encontramos al cerrar los ojos.
Sentir para sanar."
Lo que dice esta reseña es
demasiado comprometedor, es de una apertura inmensa. Me apropiaré de algunas
frases para ir haciendo la bajada: “Llegué aquí buscando respuestas (…),
encontré la falta (…)”. Eso es lo que pasa con mi análisis y tu música, y ya lo
dije: vine aquí a ver qué podemos decir de esto entre nosotros, pero me
encuentro con este abismo. Aun así, eso no es negativo, y yo creo que bien tú
lo entiendes, es lo inevitable. ¿Es esa la dolorosa liberación a la que haces
mención, Tere? Siguiendo con esa reseña, más allá de la certeza y
universalidad con la que se expresa algo que en realidad es individual, lo
importante es tomar ese relato como el de otro que así se vivió tu música. Esas
son las puertas que, en el fondo, quedan abiertas a través de tu música, y es
así como una persona en particular habitó esos espacios. Ya puedo empezar a ser
más certero yo al decir que me pasan cosas en algún punto similares. Y puedo
empezar a ser más certero al acordarme del Mushin
no shin, al releer el escrito que abre en el bandcamp, y, sobretodo, al
traer a la comida algo que es mencionado en la reseña de Noesfm:
-
“Parte importante
de esta terapia se materializó en una sesión de escucha íntegra del álbum en el
Hospital Psiquiátrico Horwitz junto a usuarios que sobrellevan un proceso de
sanación, generando además una actividad de conversa y conexión por medio del
compartimiento en grupo de experiencias emocionales y vivencias respecto a sus
tratamientos.”
Cambia la cosa. Y cambia por
dos cosas, una evidente, y otra no tan evidente. Lo evidente es que tu música,
para otros, cumplió un rol, una función. ¿Recuerdas cuando hablaba de función
en la música? Sí, cuando hablábamos de lo ambient.
Por tanto, se está cumpliendo esa condición sobre la cual antes no me había mencionado:
esto vendría a ser música para
sanación, música para terapia, música para un terapeuta o grupo
terapéutico, y sus posibles variantes. Al menos es así en la experiencia de ese
terapeuta que tomó la decisión de aplicar eso en su terapia, y al menos es así
en la experiencia de aquellos pacientes de terapia. Tu música fue parte de una
instancia música muy particular, y lo digo sin ánimos de especular que tu
música califique como musicoterapia o es una música
que sana, nada más pretencioso y alejado de la realidad. Tu música fue
música en torno a esa actividad comunitaria, una relacionada a la salud mental,
a lo psicológico, no intento decir más que lo que estoy diciendo. Si ahora sumo
lo que no es tan evidente, es que puedo empezar a ser más certero en lo que digo:
Lo que no es evidente, es que esta música tiene que ver con un proceso tuyo en
relación a tu salud mental, y eso lo sé porque me lo dijiste. Vale decir, esta
música es, desde la fuente, concebida en medio de un largo proceso donde tú te
estás explorando y buscando entender cosas de ti. Vuelvo a lo no obvio, y
destaco que estás buscando entender cosas de ti, por tanto hay un intento de
concilio contigo, en algún sentido. Por tanto, si esta música algo tuviese que
ver con ese proceso, tendría que ser… conciliadora, quizás. Ligera y amable.
¿Te hace sentido?
Hospital Psiquiátrico Horwitz, fotografía por Teresa Wilms Montt |
Recordando que la última pieza de tu disco hace un cierre en negación, según lo anteriormente dicho, es que quizás deba reformular dado lo sugerente de la instancia de terapia. Ya no sería un cierre en negación, sino sería un cierre que propone un movimiento de una situación. De eso lejano, de eso cargado en lo imaginario (haciendo alusión a las sensaciones que me transmite la sensación de espacio de las reverberaciones y texturas en general) a una cosa del hoy y presente, de frente. Aquí y ahora, doy el paso hacia adelante, dejando algo atrás, no soy el mismo.
Pensando en que precisamente
una música que es publicada es abierta hacia el mundo, y, por tanto, esta música difícilmente busca
encriptarse en sí misma, y que además difícilmente es posible lograr eso, dado que no
podemos controlar al otro en su escucha y pretender ese control sería aún peor... es que me surge una pregunta con ánimos de certeza. Mi pregunta es: ¿Quisiste
dejar algo de ese proceso al otro? ¿Quisiste que, en medio de todo este
entramado de símbolos bastante personales, dejar la puerta abierta a una serie
prácticamente infinita de preguntas, pero donde algunxs podemos preguntarnos
cosas con relativa similitud? Y que, claro, la música de fondo (ambient) me haga vivenciar estas
experiencias de manera conciliadora y amable. Una invitación amable a ser
escuchada, la música… Y una invitación amable a escucharme.
-Josef