sábado, 21 de noviembre de 2020

(Stuck by) The Deadly Rhythm

Confinamiento, hiper-productividad y la pesadilla retromaniaca en las músicas 


Fotografía por @albor_fotografía


Hacemos esta corta entrada para redirigir a un texto que compartieron amablemente las personas de Carcaj, una revista digital sumamente interesante cuyo contenido considero altamente recomendado.

En el texto, escrito hace meses atrás, propongo algunas ideas sobre la hiper-productividad y el almacenamiento digital infinito en las músicas (conceptualizado como Retromanía por Simon Reynolds) haciendo una lectura no muy positiva sobre lo que está siendo/fue la escucha y consumo de músicas durante el período de este confinamiento, del que hoy escapamos. De a poco. No he revisitado mis ideas, pero el entusiasmo de compartir pensamientos en relación a lo ocurrido sigue en pie. No dejemos el diálogo.

Aquí el enlace para leer.

Abrazo austero, abrazo sincero: tolkv - zhy

Esta entrega es de esas que me hacen querer hacer cosas, crear música. Ese incentivo no siempre lo obtengo, pero acá se hizo presente. Y qué gusto tengo de poder decir que todo este entramado se da en el marco de una amistad con quienes son responsables de esta música de la que hoy escribo.

Compuesta por 4 piezas, donde sólo dos de ellas se enmarcan en la idea-formato de canción, este álbum debut es un arranque fuerte y seguro, mas no así lo que me transmite su música: Vulnerabilidad y contención. No atrevería a decir que es una pausa, pero sí un limbo, una invitación a un momento a paso lento. 


Portada del álbum Tolkv - z h y


Tengo que comenzar hablando de los momentos de este álbum. Resulta muy interesante la compensación-balance-equilibrio que se genera en relación al álbum todo: En la primera pieza, Numine, y en la última, Tyrell, hay elementos clave que me permiten establecer una narrativa. Estos elementos son la apertura a la manera de grabación de campo de lo que, puedo deducir, es la puesta de un cassette en una radio o algo parecido y, asimismo, en el cierre se ubica el posible sonido de sacar el cassette. También sucede que estas piezas, la primera y última, se ven "interrumpidas" por un cambio abrupto en la textura, lo que me hace pensar en la reminiscencia de la cinta del cassette alterada, tanto al comienzo (primera pieza) como al final (última pieza), como si el cassette tuviese ese daño producto del juego con la cinta. Hablaríamos entonces de un cassette que alberga un contenido de ensayo, de prueba. Uno utilizado para grabar ideas o juegos con sonido. Y es eso precisamente lo que me transmite este álbum, es esa la contención en la que me ubico yo, a través de esta música; la de revisitar un algo, probablemente una sensación que se tenía con algo... y me arriesgaría a poder decir que es algo musical, a través del mismo relato que voy creando. Si la reminiscencia es a un cassette, entonces muy probablemente lo que nos estamos jugando es algo relacionado a la música y los recuerdos. 

La pregunta es cómo no situarse en un espacio donde los recuerdos se hacen presentes con una pieza de obertura tan sugerente de aquellas instancias. Dos acordes al sintetizador, paso lento, una guitarra eléctrica de melodía clara y emocionante, en repetición, todo para caer abruptamente en un mar difuso de sonidos alterados, posiblemente ralentizados (de nuevo una sugerencia a los efectos de la cinta), con glitch. Esta pieza sirve no sólo como posible obertura conceptual, sino también es una declaración de textura: Elementos no numerosos, definidos en su origen, pero que gozan de una complejidad espacial y tímbrica, ayudados por delays y reverberaciones, con arreglos muy sutiles, nada de abusos. La austeridad se hace notar. Dicho y hecho: la segunda pieza, Uvid, goza con estas características. Pero como había hecho notar al comienzo de este escrito, Uvid corresponde a una pieza que es una canción, que incluye una línea de voz que me transmite cobijo y fragilidad. Entre el rasgueo de guitarra acústica, una especie de percusión tipo drum machine, y diversos (pero austeros) arreglos instrumentales, esta canción goza de emocionantes momentos y un coro pegadizo. La tercera pieza, Slo, a la manera de la primera, es un instrumental muy complejo texturalmente, con un corto diálogo sacado de alguna serie o película. Una transición que juega un bello contraste con la última pieza y canción: Tyrell. Esta canción debe ser la más emocionante para mí, y en el mismo código que el segundo track, está basada en acordes de guitarra acústica, beats tipo drum machine, y arreglos de sintetizador y algo parecido a un xilófono o glockenspiel. En esta canción me transmite cobijo también, pero no compartido con fragilidad, sino con entrega, una especie de revelación amorosa, no necesariamente en un sentido romántico. La aparición del sonido de órgano me resulta sumamente placentero y emocional, un acierto total. Como había advertido, esta canción también presenta un cambio abrupto a un momento musical que me recuerda los videojuegos: una melodía escueta de sintetizador, acompañado por un arpegio de guitarra acústica, y un caótico entramado sonoro entre pitch shifting y glitch.

Tolkv se asoma como uno de mis lanzamientos favoritos del 2020, y se suma con un arranque potente bajo al catálogo de Samsara Records. La propuesta me parece sumamente original, difícil de clasificar (y si tuviese que hacerlo, sería entre dreampop o algún derivado más específico), desafía la idea de banda e instrumentación típica de la mayoría de lanzamientos que han salido este año, desafía también la inmediatez del single y del álbum-compilado, proponiendo un álbum con concepto, y donde hay un trabajo muy claro en propuesta musical y sonora. Sin más, los dejo a todxs invitadxs a escuchar y seguir:

 





martes, 2 de junio de 2020

Psicografías de oscuridad y dolor: Entrevista a Migliz Mena

Hoy tengo el agrado y fortuna de presentar un nuevo formato para esta plataforma, a través de un debut que, a mí parecer, merece atención. Migliz Mena es una artista que tuve la suerte de conocer hace un tiempo, en el contexto de la gira "Bruma del Sur" de Principiante, acá en Chile el verano del 2019, cuando pasaba por la quinta región y a quien tuve la fortuna de acompañar, también, en algunas de sus presentaciones. En una fecha memorable en el centro artístico y espitirual Dharma en Concón, es que conocí y escuché a Migliz. Creo que todxs lxs presentes nos volvimos fan inmediatos. Para mí, fue un Momento, así con m mayúscula. Dejando las flores de lado, Migliz nos presenta su álbum debut homónimo solista, el cual me sorprende por su austeridad instrumental y profundidad emocional. Voz, ukelele, grabaciones de campo, reverb, y letras sobre experiencias íntimas, algunas directo al mentón. Toda esta experiencia me motivó a realizar una entrevista a esta prometedora artista que hoy da un primer (gran) paso. 

Proceso de grabación en Estudio Budō, fotografía por @sakurapostales


- Para comenzar, cuéntanos un poco de tu experiencia en la música y cómo es que llegaste a tomar la decisión de grabar un álbum

La única forma que se me ocurre de hablar de mi experiencia con la música es compararla con la parapsicología, así de absurdo puede ser, pero la puedo resumir en una serie de eventos extraños o fenómenos sugestivos que se han cultivado en mi cerebro desde que tengo memoria y tal cual como lo vemos desarrollado en un thriller estuve batallando con ella y sus apariciones fantasmagóricas a lo largo de mi vida. Nací y crecí en una familia artística y fui estimulada de esa forma desde muy temprana edad pero por alguna razón todo lo referente a la música para mi siempre fue un conflicto. Mi primera canción la compuse a los 6 años y desde ese momento no he parado de generar melodías casi involuntariamente, sin embargo la primera vez que compuse una canción y se la mostré a alguien fue a los 17 pues como explicaba el hecho de que viniera esta música a mi de forma espontánea hacia que automáticamente me tapara los ojos (u oídos) e hiciera cualquier esfuerzo para que desapareciera.

Hoy en la madurez solo puedo hacer suposiciones sobre esto y como seguramente era una manifestación de mi inseguridad. Lo pude dominar ya siendo adulta y estudiándola de forma técnica digamos que perdió parte de lo que la hacía espeluznante para mi cuando era más chica  pero hasta hoy sigue siendo una constante ese escalofrío cada vez que se presenta ante mi algún desarrollo creativo musical.

Después de algún tiempo conocí a personas que se alineaban a algunas de mi preferencias musicales y comencé a participar en varios proyectos donde me fui descubriendo realmente como músico pero de alguna manera seguía renegando de mi voz, de hecho el proyecto donde me he mantenido activa por más tiempo hasta la fecha era instrumental [Días de Septiembre]

Cuando emigré a este país lo hice por supuesto pensando en continuar en la medida de lo posible en caminos musicales pero antes de hacerlo había una lista larguísima de prioridades y eso sumado a que no conocía a absolutamente nadie acá mucho menos a nadie que hiciera música estuve en silencio por muchos años y muy lentamente fueron apareciendo algunas cosas. Propuestas, colaboraciones, etc. Pero a excepción de un par de ellas ninguna caló realmente en mi vida contemporánea así que seguí dejándolo pasar hasta que finalmente a mediados del 2016 comencé por primera vez a componer y almacenar canciones con la conciencia de quizás grabarlas y difundirlas en alguna oportunidad.

La realización de este disco se la debemos por siempre a Daniel Puelma de Estudio Budō jajaja estoy segura que si el no se hubiese empeñado en hacer que grabara todavía no hubiese pasado. Fueron muchos años de hacerle el quite por una cuestión principalmente de vida de migrante en donde sin darte cuenta te ves inmerso en un circulo vicioso de actividades que parecen vitales para tu supervivencia y que no te dejan espacio para nada que no lleve a recibir alguna remuneración para lograr finalmente vivir como una persona normal y segundo porque aparecían de nuevo esos fantasmitas en mi cabeza que me hacían cuestionar la calidad de mi música.

En ese sentido creo que realmente no decidí yo grabar este grupo de temas si no más bien respiré profundo y me dejé llevar.

- ¿Cómo influenció el proceso de grabación en Estudio Budō en el resultado de tu música?

Pues me parece que habiendo dicho lo anterior queda super claro que Estudio Budō juega un papel demasiado importante y esencial en lo que terminó resultando de la grabación de los temas.

Anteriormente había entrado a un estudio a grabar y aunque fueron experiencias exitosas definitivamente este proceso fue distinto para mi, siento que la cercanía humana y me atrevería a decir espiritual del equipo de Estudio Budō hacen que puedas conectarte muy fácil con lo que quieres hacer y que todo fluya de forma muy orgánica. Estoy infinitamente agradecida, contenta y satisfecha con el trabajo final y estoy segura de que es así porque siempre me sentí respaldada por personas talentosas, humildes y comprometidas con el arte de registrar música.



- Respecto a las canciones, me llama la atención su estructura y la manera que me sugieren que fueron abordadas, donde el canto y lo dicho tiene un rol más estructurante que el acompañamiento, siendo este último "minimalista" en el sentido cotidiano de la palabra. ¿De dónde viene esta decisión, hubo algún camino sugerido en el proceso de la composición o fue algo más bien fortuito?

Sí. definitivamente tienen una estructura minimalista con la que no siempre estuve amigada. Fue parte de esa lucha con el canto y la herramienta voz dentro de mi recorrido en la música pero al final lo abracé como representación de que realmente lo simple es lo más complejo y es justo eso lo que vamos olvidando mientras adquirimos mas experiencia o técnica en la música entonces es mucho más fácil disfrazar por decirlo de alguna manera las ideas. Es un arma de doble filo en realidad porque puedes dar con una trascendencia desde la música hacia la emocionalidad de quien escuche o puedes debilitar el concepto hasta hacerlo insulso.

En mi opinión el protagonista de estas canciones es su discurso verbal, creo que desde el comienzo fueron eso. Pequeños ensayos con acompañamiento.

- ¿Tiene alguna relación con lo sugerente de algunas canciones con músicas de tradición latinoamericana?

De una forma indirecta sí, es decir, no fue este género el concepto generador de las piezas registradas pero el folclore de mi país y más allá el de latinoamérica en general me ha acompañado de forma más cercana que nunca desde que emigré. No con una forma nostálgica a la que regrese para sentirme más cerca de donde nací si no más bien porque a pesar de cualquier disconformidad con mi tierra, social, política y hasta climática jaja siempre me he sentido muy orgullosa de nuestra música y su peculiaridad sobretodo por el amplio abanico de géneros que se extiende a lo largo de la tradición musical venezolana en donde podemos ser maestros en melodías de una complejidad barroca y por otra parte confeccionar tonadas de hermosura incomparable con muy pocas notas, entonces el llevar siempre presente esto creo que me da algo más de confianza al pensar que quizás no es tan descabellado haber tomado el camino de lo simplista.

- Debo detenerme a preguntar por un comentario que hiciste con respecto al proceso de hacer un álbum con este contenido, donde "Nunca antes había escrito canciones como espejo de mi propia personalidad y nunca más lo volveré a hacer". Me llama atención lo determinado que que significa decir algo así, ¿qué del proceso te hace sentir y pensar algo como esto, para llegar a tomar esta decisión? Y en relación a esto último, ¿piensas seguir creando y mostrando material musical pero no mediante el proceso que dices nunca volver a hacer?

A pesar de que el 2020 se está ganando el lugar del año más complicado que le ha tocado vivir a las generaciones contemporáneas, para mi el 2018 y 2019 siguen teniendo el puesto nº 1 en años catastróficos jaja. Atravesé por muchísimas situaciones que me pusieron al límite de mi vida y que sin quererlo traspase a la música. La mayoría de estas canciones surgieron casi psicográficamente mientras estaba en lugares de mucha oscuridad y dolor, las componía de principio a fin cantándolas y tocándolas mientras las grababa con mi celular como si ya me las supiera. De hecho nunca las escribí, cosa que fue una pesadilla para mi a la hora de saber que tenía que reinterpretarlas para tocar en vivo y posteriormente para grabar el álbum jajaja pero ahí me di cuenta que no era difícil rescatarlas y pasarlas al papel si no justamente re-conectarme con esos sentimientos de agobio. Entonces a menos que vuelva a pasar por circunstancias así (que espero con mi corazón que nunca más) creo que no sería capaz de pintar mi vulnerabilidad en una obra musical.

Soy comunicadora visual y guionista de profesión así que contar cuentos no es algo que me sea ajeno, de hecho me siento muy cómoda imaginando y relatando historias con o sin acompañamiento pero fue hasta hace muy poco que en el ámbito musical las historias comenzaron a partir de un sentimiento mío, de un sentimiento real o de una vivencia específica de mi tiempo presente. Quizás no lo hacía antes porque no me había encontrado nunca en la necesidad de drenar emociones y pensamientos que tenía atrapados por medio de la música, esta parte siempre la lograba a través de la corporalidad y el movimiento en la danza pero nunca con la música.

Desde la grabación de los temas que registramos hasta ahora han pasado varios meses y me he mantenido en constante creación sin pensar de forma intencional en que el desarrollo compositivo esta siendo distinto al anterior pero si hay un salto aparte, es otro mundo, lo que reafirma mi declaración de que muy probablemente este disco sea un elemento diferenciador de lo vaya a venir después.


 - ¿Hay algo que esperas en relación a tu álbum? Ya sea en relación a la escucha del público, algún mensaje que quisiste entregar, o algo que te hayas jugado en el proceso previo a su lanzamiento, etc.

Siento que desde que comenzó ha sido un proyecto tan personal que todo lo que traiga es completamente inesperado. Solo confío en que en esta conexión invisible que tenemos todos los seres vivos habrán probablemente personas que de alguna manera se vean reflejados en algún sentimiento que les evoque mi música y si es así y sirve para nos acompañemos en el tiempo y el espacio ya me doy por complacida.

- ¿Qué piensas de debutar con un proyecto en un momento de crisis política y sanitaria nacional, donde las formas de distribución de material artístico quedan mayoritariamente acotadas a las ventanas que ofrecen las plataformas digitales?

Pienso que ahora más que nunca se hace necesaria la música y las artes. La expresión artística tiene un poder sanador que trasciende cualquier creencia o dogma porque su alcance es transversal y puro por eso precisamente es tan importante. Que las cosas se hayan dado para que mi música vea la luz en un momento como este me sirve para sentir que estoy aportando a ese proceso restaurador físico y emocional en el nos encontramos.

Por supuesto que las plataformas digitales son una herramienta de suma importancia para quienes intentamos hacer vida con nuestro arte y siendo este minuto lo único que tenemos creo que debemos buscar la manera de aprovecharlas para poder llegar efectivamente a muchas más personas. En lo personal estoy bastante atrasada en lo que a temas de difusión digital se refiere creo que es la parte que menos me gusta cuando pienso en una vida dedicada a el arte jaja pero me siento tranquila y feliz de tener la orientación y apoyo de equipos como el de Estudio Budō y Samsara Records.



También puedes escuchar el álbum en Spotify y descargarlo por Bandcamp.

jueves, 23 de abril de 2020

Más que un inmediato absoluto: 9 Lágrimas - Beatrice Beatrice

Me llama mucho la atención cómo es que las músicas bajo autoría (no-anónimas) pueden generar discursos, conflictos, pensamientos y posicionamientos al fin, en relación a la entidad que les da origen como materia (el/la/le creadorx). Y lo digo de esta manera, "pueden generar", dado que potencialmente existe esa posibilidad, pero no veo ni recibo pensamientos al respecto, al menos en mi círculo. Y eso que soy músico. Lo más cercano a una reflexión de este tipo es el comentario de fan en relación a una entidad creadora y su diversificación estilística o de género en el tiempo: "es una lástima que hayan cambiado su estilo", o por el otro lado, "me gusta esta evolución que está teniendo esta banda". Es el único momento, indirectamente, en que se hace alusión a una problemática de autoría. Qué es un proyecto, qué es una banda, finalmente. Qué significan músicas tan diversas bajo el mismo nombre. Por qué me gusta un proyecto si sus músicas son tan diversas, qué es lo uno, el conjunto, ¿hay, si quiera, un eje al que pueda referirme cuando digo, por ejemplo, que me gusta Radiohead, Touché Amouré, o en este caso, Beatrice Beatrice?

Albor Fotografía @albor_fotografia


La nueva entrega de Beatrice Beatrice me hace eco por diversas razones. La primera, y que dejo entrever en mi reflexión anterior, es en relación al cambio estilístico o de género. 9 Lágrimas se caracteriza por el uso de piano acústico, junto con acompañamiento de grabaciones de campo, grabaciones que por sí solas podrían ser consideradas paisaje sonoro. Es como nada a lo que se ha podido predicar en Beatrice, nada me hace prever que esto podía suceder. Las primeras cinco piezas, 9 Lágrimas, Hortensias azules, Tu tristeza está por encima de todas las demás, El ardid en mi corazón y Por tu gracia, se caracterizan por tener la misma configuración anterior (piano+grabación de campo) pero evocando distintos momentos. La sexta y última pieza sorprende por ser una grabación a secas: ronquidos, titulada Entre el amor y el deseo.

Albor Fotografía @albor_fotografia


Cuando me pregunto por lo que puede significar este cambio de sonido, por tanto de música, no puedo dejar de fijarme en lo que me evoca esta nueva entrega a nivel de (mi) historia musical: Erik Satie, piezas minimalistas, músicas para piano que contemplan el sonido del material acústico (golpe del tecleo, maderas que crujen, leve desafinación en algunos casos)... Y, a la vez, en lo que me evoca en relación a Beatrice mismo como proyecto, cuyos materiales anteriores me remitían al ambient o post-rock. Por un lado, me entrego a lo inmediato de la música (su carácter temporal-horizontal como dirían algunos), pero por otro, no puedo dejar de cuestionarme, sin ser pesante, en lo que se inscribe en la música y la significa. Más bien, en lo que yo inscribo y cómo significo. Cuál es mi historia de las músicas, cuál es mi historia con el proyecto. Al final, qué me hace gozar de esto a través de Beatrice Beatrice... creo que nunca se trata del qué. Me refiero, nunca se trata de la materialidad sola, nunca es el cuerpo abstracto, como si este estuviese totalmente vacío o totalmente lleno. Lo que me permite disfrutar de la soledad, el cariño, y esta fuerte sensación de introspección que encuentro en el álbum no es la sonoridad sola, es la música-que-es-más-que-sonido y más que un inmediato absoluto. Y aquí retomo con lo que dejé en suspenso en un comienzo: la autoría no es un abstracto. En la autoría se inscribe algo que no tiene definición, pero que sin embargo está ahí. Como si no hubiese palabra, no pudiese ser dicho, pero hay una sensación ahí que me hace sentir que estoy con Beatrice Beatrice y no con cualquier otra cosa. Insisto, no se trata de la qué-cosa, y pienso que en una mayor medida se trata del cómo-hacer de la cosa.  De un approach a la música que se inscribe a través de cosas que no suenan: partiendo por la autoría.

Albor Fotografía @albor_fotografía


Si me toca hacer la bajada de cómo lo anterior se manifiesta en mí y en relación a Beatrice Beatrice, tendría que decir que hay un dos detalles que me resultan muy relevantes en su producción, y que creo no poder separar: la introspección en un gran sentido, y su manifestación lingüística posible, me refiero a los títulos de las canciones y su presentación. Estas dos cosas actúan en conjunto, una me remite a la otra y vice-versa, y no puedo dejar de sentir que estoy en presencia de una búsqueda interna, de algo de individuo, siempre desde una perspectiva de un unx consigo mismx. Y esto es algo que atraviesa, en mi relación con Beatrice Beatrice, toda su obra, e incluso ante este gran cambio de sonoridad que no sólo es causado por una reflexión o decisión artística premeditada, sino por circunstancias demasiado concretas, como la posibilidad de acceder a un piano, un viaje, la soledad, y una grabadora. Es esta conjunción de lo situado, en cierto sentido inmediato, en relación con sus polivalencias (lo historia del proyecto y mi historia con el proyecto, entre otras cosas), son elementos que conforman el fenómeno de la autoría, y que nosotros aceptamos en todo momento, menos cuando la fanaticada exige que su proyecto favorito no cambie de rumbo (que es pedir lo imposible). Me pregunto hasta dónde se puede estirar el fenómeno de la autoría si nos pensamos en contextos de era digital e imagen (como me comenta un amigo) o referente a la cuestión del derecho de autor... Y cómo nosotros también aceptamos y significamos a través de esto. Dejo la pregunta abierta.



                                                                                                                                             -Josef

lunes, 6 de abril de 2020

Cirugías: Sesión Bushidō n°16 - Aspasia

Hoy quedo con una deuda personal. Conocí a Aspasia demasiado tarde, quizás, como para haberme aventurado en lecturas sobre el contenido de letras, la relación entre el mecanismo particular de generación de letras y la producción de canciones... quién sabe, pero esto no me impide pensar. Es esto mismo, es el espacio de este grato descubrir desde el que escribiré hoy.

Fotografía por Sakura Postales @sakurapostales

En esta sesión Bushidō, Aspasia nos regala tres canciones de antaño en formato acústico: El monólogo del viejo con la muerte, Trampa y Tú, esta última en compañía de Javier Bravo y Daniel Puelma de Un día. Una guitarra acústica, la característica reproducción de diálogos, y en Tú, recitado en tiempo real. Sin duda la experiencia es muy particular, sea como se afronte el hecho de que hay alguien tocando al son de una reproducción de una lectura de un poema de Enrique Lihn, luego en torno a un diálogo de una película, y finalizando con el spoken word o derechamente lectura de poema con guitarra y voces. Este modo de hacer música nos viene a recordar que lo musical (potencialmente) se encuentra no sólo en lo hegemónico de sus prácticas, no sólo en las instancias pensadas-para y desde arriba, sino que lo musical se construye desde espacios comunes y desde veredas que muchas veces desconocemos (como musicales). Y yo mismo soy el primero en apuntarme y exponerme: cuántas veces me vi tentado en este texto de escribir "poema musicalizado, diálogo musicalizado, recitado con música"... Como separando lo que actúa en conjunto, como haciendo cirugías que apuntan a nada. Como restando de musical, como no-permitiendo que lo musical aparezca en donde no lo reconozco, y, por tanto, también imposibilitando y no reconociendo esta experiencia en lxs demás. Vaya actitud. El ejemplo más gratificante de esta aventura sobre la pregunta de la palabra-sonido y lo musical, a mí parecer, se da en Trampa, por la utilización del diálogo de película. Porque desde aquí y en adelante, no volveré a tener la misma experiencia con los diálogos, ya no podré solamente escuchar lo que se dice meramente, dado que se ha abierto una puerta más para que lo sonoro pueda gozar de lo musical, y viceversa.

Fotografía por Sakura Postales @sakurapostales

Por otro lado, agradezco toparme con música que apuesta por los momentos. Es reconfortante, para mí, toparme con músicas que golpean puertas para abrirse, para posibilitar elementos, para diversificar la expresión. Y más gusto me da la respuesta por parte de los seguidores de Aspasia, reconociendo algo de esto en su experiencia, y jugándose quizás qué cosas a través de esta particular manera de hacer música. Lo de Aspasia ha sido un grato descubrimiento personal, a la vez que un recordatorio de que hay músicas tan significativas para mis cercanxs y que desconozco, así mismo como muchos podemos desconocer de lo musical en diversas experiencias.




                                                                                                                                              -Josef

sábado, 4 de abril de 2020

Budō

Primero que todo, me gustaría contextualizar. Mi nombre no es Teresa, pero usaré este seudónimo para compartir mis emociones en este blog. Segundo, desde que conocí a Josef, se asomaron interrogantes. Asumo que estos dos puntos no tienen relevancia para ustedes, pero ojalá al llegar al final de esta lectura la tenga, al igual como lo tiene para mí.



La música es el medio que nos convoca aquí ¿Pero es la música realmente...?
¿Acaso no es tan significante que puede justificarse por sí misma?
No lo sé, pero como alguien que gira alrededor de ella, me lo estoy preguntando mucho. ¡Gracias Josef por esto!

Dialogar contigo querido, me ha hecho comprender que el hacer ante la duda, es algo de lo cual no puedo desistir. Y es algo también, de lo cual surgen muchas cosas. Budō, una de ellas.

Y hablando de Budō ¿Qué es Budō? ¿Es una intención de registrar música? ¿O es algo más allá? ¿Es Polanco, Juacida, Felipe y Javier? ¿Es darme hacia ellos, para así sentirme y quizás así trascender?
Ante la duda que abruma estos días, elijo creer en la segunda.



                                                                                                                                                -Teresa

domingo, 22 de marzo de 2020

Julio en la ventana. El oscilador suena. El gato duerme.

No siempre se escribe de quien puede ser un favorito, pero hoy tengo la fortuna.
La música que ofrece Polanco es, en lo personal, de lo más cautivador que me ha tocado escuchar de este temprano 2020. Conocí esta música hace a penas unos meses a través de la grabación La eternidad del proceso análogo, instancia que funcionó tanto como el lanzamiento de Música para filodendros del mismo Polanco, y como workshop sobre los procesos creativos, a grandes rasgos, en relación a la grabación en cinta (de lo cual esta nueva entrega también es partícipe). Resulta que de Polanco he disfrutado como pocos.

Setup a luz natural de Polanco, fotografía por Daniel Puelma


Julio en la ventana. El oscilador suena. El gato duerme. son 45' de música para sintentizadores, donde la astucia en el uso reducido e insistente de materiales (a través del método loop) se hace notar. Lo primero que pienso al escuchar esto, como músico, es en la limitación natural que ofrece la cinta al proveer canales limitados, y cómo se piensan las músicas en relación a esta limitación. Y es la limitación en el sentido de un espacio acotado, y, de nuevo, reducido, de lo que hace gala esta entrega, a mi parecer. Como hacedor de música drone puedo identificar que esta música se vale de la idea, dada la ausencia de un andar rítmico identificable así como al que estamos acostumbrados en otras músicas, tomando como ejemplo evidente la música pop. Este fenómeno es identificable desde el momento primero, donde el choque de pulsaciones en registro grave y en una poliritmia (que me es difícil de identificar por el timbre) me obliga a escuchar sin pulsación eje, sin un núcleo rítmico. Lo segundo que me remonta a la idea drone es una característica asociada (no necesaria, pero muy asociada): Desarrollo tímbrico/textural muy lento. Muy, muy lento. No sé qué expresión se utiliza para designar que pueden suceder eventos que, al no prestarse atención, suceden desapercibidos, algo como "el que pestañea pierde" pero aplicado a la escucha, y eso es muy aplicable a esta música. La aparición de elementos y sus desarrollos son sumamente cuidados, de un crecimiento paso a paso casi imperceptible, eso le entrega dinamismo a lo que se suele entender como una pieza estática o vertical, en la música drone. Se aplica este concepto dado que una música que "no cambia" se ofrece como un momento extendido en el tiempo, algo así como una fotografía musical, o escultura de sonido, como alguna vez leí.



Lo que me resulta impresionante, una vez ya iniciada la música, es poder crear un discurso que suele ser a veces difícil de sostener como el de música drone, pero sin embargo poder otorgarle prestancia para poder no sólo ser escuchado de esta manera, es decir, una música que no obliga. La primera vez que escuché este disco, de hecho, fue mientras hacía otras tareas y luego me relajaba... Escucha ambient. La segunda vez fue una escucha muy atenta.Y de ahí en adelante alterno, me dejo sorprender. Desde la escucha atenta me veo tentado a escuchar como escucho música drone o música minimalista, como ya dije antes: prestando atención a las partes que se mantienen en el tiempo, y prestando atención a los elementos que cambian. Lo mejor de todo es que también hay espacio para escuchas por comparación a músicas más habituales, y aquí debo remarcar que intento ser cuidadoso al hacer comparaciones dado que no conozco mucho sobre música de sintetizadores... Me arriesgo a decir que la tercer parte de la música me recuerda a algunas músicas que he escuchado de Thom Yorke. Muy amable pero sin dejar el ingenio. Lo otro que también me remite a una escucha más ligada al mundo de la música popular es la estructura: ABA (reduciendo mucho todo lo que sucede, claramente), que es una estructura a la que estamos bastante acostumbrados en la escucha, muy popular.

Setup a luz artifical de Polanco, fotografía por Daniel Puelma


Volviéndome sobre lo anteriormente dicho, y también cuestionándome yo la razón (o no razón) de reseñar, es que espero no haber hecho un spoiler, sino aportar en hacer palabra algunos pensamientos que son muy posibles a través de la música (o con la música, o para la música, etc.). Sobretodo en este tipo de músicas, que en lo personal yo disfruto mucho y de lo cual siempre me llevo pensamientos (y sensaciones) a otras músicas, incluso a otras instancias de tipo no musical. Estas músicas son potencialmente más cercanas de lo que parecen, y es ese el valor que intento hacer ver de mi experiencia a través de esta nueva entrega de Polanco: la versatilidad de poder habitar esa música, incluso siendo en primera instancia una música que desafía, como lo son los drones.

Gracias Polanco por la entrega, espero poder compartir contigo, sobretodo escenario.

                                                                                                                                                     -Josef

domingo, 15 de marzo de 2020

Espacio para una voz: Sesión Bushidō n°15 - Un día

Portada de Sesión Bushidō n° 15 - Un día, por Daniel Puelma


Algo que me llama la atención de las conversaciones acerca de músicas es la ausencia de ciertos elementos que, a mí parecer, son eje de la experiencia para algunos oyentes, donde en este caso me incluyo. Me llama la atención que, para mí, hay elementos que significan de manera tan presente y tan real las músicas, pero a la hora de verbalizar las experiencias estos queden guardados, más bien escondidos, o a penas en entredichos, incluso algunas veces en un notable desprecio una vez mencionados. Hoy no me puedo detener a no hablar sobre la dimensión virtual a nivel de espacio-cuerpo que sucede como significación en relación a la música (¿por tanto musical? muy probablemente) porque es esta dimensión la que experiencié y me toca experienciar cuando escucho Un día, y es esta experiencia la que significa, para mí, esta nueva entrega de sesiones Bushidō.


Parte del setup de Un día, fotografía por Daniel Puelma


Esta nueva entrega con 5 canciones estreno de la banda Un día me parece, por lo bajo, especial. ¿Qué flores hay en tu jardín?, AguamarinaVenganzaResplandor Shibari son las canciones que componen este lanzamiento. Aguamarina, Resplandor, y ¿Qué flores hay en tu jardín? forman parte del EP ¿Qué flores hay en tu jardín?, y junto con Shibari ya anunciaban su existencia en forma de demos. Pero en esta entrega nos encontramos con algunas modificaciones desde su presentación primera. Uno de los primeros cambios es la formación para esta sesión: Daniel Puelma en bajo y guitarra eléctrica, Javier Bravo en guitarra eléctrica, teclado y voz, Sebastián Mancilla en guitarra eléctrica y omnichord, Diego Nuñez en guitarra eléctrica y omnichord y Felipe Flores en batería/percusión electrónica y pistas. Las canciones nos entregan un abanico de lo que se predicó en los materiales lanzados anteriormente: guitarras arpegiadas, progresiones muy constantes o repetitivas en el tiempo, finales abiertos... A su vez, las canciones me remiten a una sensación de ternura y oscuridad, algo que también me venía pasando con Un día. Pero la mayoría de las canciones (tres de ellas) tienen alta presencia de voz, algo que me parece inusual para la banda. Y una de ellas, Shibari, me parece, sin tapujos, concebida como una canción, que es algo que en otras músicas que me evoca Un día no suele aparecer tan directamente. Es el hecho de que estas canciones vean su entrega de manera compilada lo que me da a entender que ya la voz viene a instalarse.


Un día, fotografía por Natalia Catalán


La voz viene a instalarse... Qué es lo especial de todo esto. Hay un elemento de la performance toda que me roba la atención, en un buen sentido, y es la sensación de que hay cosas que se están probando. Y no es sólo la voz, sino que la voz viene a representar este elemento de "estar probando". Lo siento a través de las guitarras, de la batería, a través de los cuerpos y sus movimientos y principalmente a través de la voz. Esta sensación del "estar probando" me recuerda a muchas situaciones musicales, y me trae recuerdos de estar probando en conjunto. Con amigxs. De que, antes de hacer música, y de traer a la conciencia la multiplicidad de consideraciones que hay que tener para lograr algún objetivo concreto a través de esto, estás con lxs amigxs, probando. Aunque, sin embargo, esto sucede a través de la música. ¿Por tanto, esta o esa experiencia, es musical? Por tanto, esa experiencia, es musical. Por tanto, esta experiencia, también lo es. Y, por tanto, esta sesión me abrió hacia un espacio virtual, donde estoy yo, de nuevo, probando cosas, donde mi voz interna encuentra un lugar. Me encantaría extenderme en por qué Un día es una banda que maneja de manera muy particular la instancia musical en relación a los espacios virtuales, porque sin (mi) duda se construye un espacio para habitar la escucha de Un día, donde la banda toma partido, más allá de lo particular que sucede conmigo, en este caso. Para quienes seguimos la banda en facebook, tenemos las pistas en frente. Pero no me extenderé, y guardaré estas reflexiones para otra entrada.

Así que nos vemos más adelante, Un día.


                                                                                                                                                      -Josef

domingo, 23 de febrero de 2020

Carta a Teresa: Una amable invitación


La siguiente carta contiene pensamientos y reflexiones escritas por mí para Teresa Wilms Montt sobre el álbum , de Beatrice Beatrice, quien me manifestó su deseo de indagar en su obra. Luego del intercambio de experiencias, aquí están algunos pensamientos finales.




Me resulta muy interesante revisar todo esto, de la manera que lo estamos haciendo. Me recuerdo a mí, revisando mis músicas, antes y después de llevarse a cabo. Así de cerca me siento. Te agradezco por la confianza.
Voy a comenzar relatando las piezas en su aspecto sonoro, luego volviéndome sobre algunos elementos que me llamaron la atención en relación a aspectos musicales varios, y empezaré a soltar mis preguntas y los supuestos.

 se compone de 9 piezas… como acordamos, las llamaríamos piezas:
     
      1-      Todas estas cosas hermosas y terribles
      2-     Ahora nuestras mentes están tranquilas
      3-     Viento tibio
      4-     Clonazepam
      5-     La muerte como liberación
      6-    Miedo
      7-     Un tembloroso salto aplasta mil mundos
      8-     Amor es reflejo
      9-    El inevitable aprendizaje del amor

Para comenzar me referiré a los elementos generales que atraviesan a todas las piezas, para luego ir deteniéndome sobre aspectos particulares. Lo primero que puedo notar a grandes rasgos es que el motor está puesto en las texturas, qué quiero decir: a diferencia de las canciones populares, donde suelen haber partes bien diferenciadas en relación a melodía, armonía, ritmos, etc., aquí lo que mueve cada pieza es la variación de timbres y colores, y su pensamiento conjunto, textura. Esto es lo que, en mi percepción, me aleja de la concepción de la canción popular, donde acostumbramos a distinguir partes a través de giros armónicos muy diferenciados y melodías que vuelven sobre sí, tanto en repeticiones calcadas como en guiños a elementos que se predican sobre la canción.  En tu obra cada aparición de melodías, acordes y arpegios, aparecen como capas de distintos timbres, y destacan más por esto último que por su concepción en relación a las alturas de nota, ritmos, u otro parámetro. Esto sucede, pienso, por el foco del desarrollo puesto en las melodías, que no es el común, y en el entramado armónico. Sobre lo melódico, hay piezas donde los sintetizadores son juguetones y hay una constante variación de melodía (como en Clonazepam, que de hecho esta sí se acerca estructuralmente a una canción popular, o, por otro lado, en Un tembloroso salto aplasta a mil mundos) pero se da a nivel gestual: se conservan aspectos del movimiento melódico pero no en relación a los parámetros mencionados (en relación a la altura o ritmo), sólo a su gesto (movimiento) en razón de su timbre. Suena como una exploración constante, una gran idea, en vez de una idea pequeña que se fue desarrollando. Para mis efectos: una capa. Si me enfoco en el entramado armónico y textural, puedo dar cuenta de que la mayoría de las piezas están concebidas desde las cuerdas, sea guitarras o bajo, para luego, sobre ellas, darse espacio a melodías de sintetizadores, arreglos de ruidos poco usuales, y hasta voz, en algunas piezas. Los tipos de arpegio me recuerdan a la música emo y post-rock; contrapunto en guitarras, y desprendimiento de la pesada concepción meramente triádica y de una funcionalidad pesantemente gravitatoria. Si tuviese que hacer una recopilación de alturas de nota, en las partes de mayor densidad textural, daría por resultado un casi-cluster… Así como sucede con la música del amigo Pálida. Cuando hablamos de clusters tendemos a pensar en un complejo armónico que, perceptivamente, puede resultar confuso, abrasivo y en tensión. Sin embargo, un cluster (o casi-cluster virtual dado que no existe el cluster como tal en tus piezas) puede expresar liviandad o ligereza. Dado que las piezas están concebidas diatónicamente (respetando una escala de 7 notas a la manera propuesta (o impuesta) por la tradición europea), y por cómo tratas el entramado textural, es que todo el complejo armónico suena más en reposo o resolución que en tensión. No suena duro. Y me voy a dar vueltas en esto último, no suena duro, no suena pesante… es ligero, en mi sensación. Esto es algo que caracteriza a toda la música, su ligereza. Una invitación muy amable a ser escuchada. Pienso que si esto atraviesa a toda la obra, entonces debe ser algo que debo prestarle atención, quizás hay una intención acá. Luego seguiré con esto que acabo de proponer.

Por supuesto, que no todo en música es la nota y su relación de alturas. La premisa de tu obra así lo expresa, y lo que yo veo de ella, también. Por eso es importante para mí destacar los otros elementos sonoros que aportan en esta percepción mía, además de los anteriormente mencionados: reverberaciones gigantes que no resultan oscuras, incorporación de paisajes sonoros o sonidos ambientes, piezas de pocas partes estructuralmente hablando, la corta duración de cada pieza, ausencia de percusiones, y escueto uso de voz. Deseo destacar de esto último que tu uso de voz en Amor es reflejo me llama mucho la atención, por la manera en que cantas. Esa ejecución es muy liviana, cantando bajito y dejando pasar mucho aire, me da la impresión… Como alguien recién descubriendo su voz, un poco sorprendido y a la vez miedoso de lo que pueda salir desde uno. Todo lo anteriormente dicho, además de ligereza, me hace sentir en un espacio íntimo y personal. Tanto por ti, tanto por mí. Lo ligero, lo personal e íntimo es algo que, pienso, pasa por toda la obra. Es esto lo que me hace sentir, a grandes rasgos. Incluso frágil, recuerdo tu voz cantando. Sin embargo, todo lo anteriormente propuesto es en cierto sentido negado en la última pieza El inevitable aprendizaje del amor donde hay una clara melodía y una clara armonía en sintentizadores y un beat. La prédica de música hecha en base a cuerdas se esfuma, y la exploración melódico-textural también, los sonidos ambientes desaparecen. Para reforzar en la idea de la negación, la pieza casi a su final también se despide de las reverberaciones, trayendo del "allá" al "acá" el material sonoro, en términos de espacio, y cortando con la ligereza y ensoñación que se venía proponiendo... Como diciendo: todo esto fue, contrario a un todo esto es. Sobre esta idea volveré más adelante.


Beatrice Beatrice en el Hospital Psiquiátrico Horwitz, fotografía por Teresa Wilms Montt

Habíamos hablado antes del carácter ambient que podría tener este álbum dada la forma en que está concebido, según yo, desde lo textural y tímbrico en lo sonoro, y ofreciendo ligereza a nivel de escucha. Me dijiste que sí había mucha influencia de eso. Sin embargo, acordamos que lo ambient no existía tanto en el objeto en sí, a estas alturas, sino que también es una posición desde donde se escucha, una manera de relacionarse con las músicas y sonido. Esto me parece sumamente relevante, dado que sí percibo algo de lo ambient en las piezas pero… qué es. Y por qué es algo, y no todo. En mi cuaderno de anotaciones tengo escrito “AMBIENT, NO MUCHO” en relación a mi primera escucha. Para esto, volveré sobre algo que ya escribí sobre el álbum: Una invitación muy amable a ser escuchada. Esto es lo que entra en conflicto con la idea que tengo del ambient, donde la escucha debiese ser desatenta o distintamente atenta, y en función de una actividad o instancia. Recuerdo el título de la que se podría considerar como una de las piedras angulares de la reivindicación de este tipo de instancia-escucha, que sería Erik Satie con Musique d’ameublement, y la segunda, que viene a instalar al ambient tal cual como lo conocemos, Brian Eno con Music for airports. Ahora, Tere, por qué me doy la vuelta larga nombrando esto… Es porque no todo es tan obvio, al menos para mí, al menos hoy. Fíjate en los títulos, música de-, música para-, eso es lo que yo veo en tu música que me hizo pensar en el ambient, además de la clara amabilidad sonora. Sin embargo, y a pesar de no ser acaparadora, siento que no es música para ser sólo oída, sino que hay una constante invitación… Vuelvo sobre lo dicho: una invitación muy amable a ser escuchada. Y que esa invitación puede tener un objetivo. Antes de seguir, voy a recalcar que no tenemos que volvernos locos intentando encontrar el sentido último de esta música, porque quizás no la haya. Muy probablemente no la hay. Estamos especulando, estamos pensando en conjunto. Hay cosas que nos hacen sentido, y estamos intentando darle un sentido conjunto a esto, precisamente estamos habitando la distancia entre nosotros a través de tu música.

Sigo, entonces ese es el sentido compartido con lo ambient, primero lo amable en la escucha sugerida y segundo una funcionalidad, en relación a una instancia, de la cual aún no he hablado y mencionaré luego. Donde fricciona es con la invitación. Porque, desde donde entiendo lo ambient en el objeto-música, sucede que está precisamente pensando para ser sólo oído, o no ser escuchada-solamente, formando parte de la arquitectura sonora de un espacio donde se desarrolla una instancia. Aquí es donde estarías rompiendo el cascarón de lo ambient, porque una invitación a la escucha no se condice con el propósito primero de lo ambient. Ahora… Entiendo que cada uno escucha como quiere, hace lo que quiere y significa las músicas como les plazca y me parece del todo bien, sin embargo, te hablo desde mi experiencia con tu obra. Siempre recuerda eso. Entonces, ahora me toca decir por qué es que siento una invitación a través de tu música… Y esto me pasa por todo lo que involucra tu obra, tu música, desde lo no-solamente-sonoro. La otra parte de la música y que también es música. Es a través de los títulos de las piezas, de la letra de las piezas cantadas, artwork, del escrito que abre en bandcamp, de los comentarios en el vídeo de youtube, de las reseñas… Todo aquello me hace pensar que aquí te jugaste cosas y que quisiste plasmar, dejar inscrito de alguna manera. Por otro lado, lo que las personas han manifestado de tu obra me hacen pensar que también se están jugando cosas con tu música, la han significado, la hicieron suya, y no es mera música para los quehaceres cotidianos y particulares de cada quién (pero no niego la posibilidad de que esto pueda ser).

Artwork del álbum Zō de Beatrice Beatrice, por Mercedes Araya Day

Lo primero con lo que me topo al enfrentarme a tu música es una imagen compuesta de dos fotos, ambas de flores. Una es apenas usada de marco, la otra es centro. A un costado, una caligrafía japonesa, de la cual no tengo conocimiento técnico (¿serán kanjis o algo así?). Las flores son buganvilias en tono morado, tan cotidianas como siempre acaparadoras en su belleza, me gustan. Lo siguiente con lo que me topo es con títulos de las piezas que me sugieren lo que vengo predicando ya desde hace rato: cotidianidad, intimidad, lo personal. Lo veo en la elección de Clonazepam, conocida droga, La muerte como liberación o El inevitable aprendizaje del dolor, donde dejas de manifiesto pensamientos tuyos, y por último Un tembloroso salto aplasta mil mundos, como sacado de una novela de Herman Hesse, donde quién sabe cómo es que estás significando esa oración.  Mientras sigo escuchando la música, y me doy vueltas en todo lo que yo, como músico, me estaría jugando al inscribir estas cosas en una supuesta música mía, sigo leyendo los comentarios de youtube. El comentario que me asombra, lejos de las siempre bienvenidas felicitaciones por tu música, es el que me aparece al último: Mushin no shin. Nada más. Lo que para mí, viene a aportar en esta aura críptica. Puedo decir tan críptico como personal tuyo. Porque lo que es el otro, para mí, es siempre un misterio, estoy siempre a una distancia, por más mínima que sea. Y aquí se hace gala de esto personal que paradójicamente me aleja. No en un mal sentido. Hay tanto de cosas tuyas personales e íntimas, por así decirlo, que es demasiado difícil de descifrar, de decir algo concreto.  Y quizás ni siquiera están ahí para ser dichas pero conforman esto que estoy experimentando, de alguna manera. Vuelvo a insistir, y espero no ser tan majadero con esto, pero no es obvio. Podríamos estar todo un día discutiendo sobre lo personal en la obra, en abstracto, pero estoy hablando yo, y estoy hablando de lo que conozco de ti, y de tu obra. Y aquí no hay una declaración de principios clara, no hay un relato de una historia, hay otras cosas, eso percibo. Por eso digo que no es obvio que haya una presencia demasiado íntima y personal en tu obra.
Volviendo sobre lo dicho, es esa distancia que me genera todo esto tan personal tuyo, lo que a la vez abre el espacio para yo significar y apropiar tu música. Y es esto lo que veo en ese comentario, también, Mushin no shin. Tan alejado de mí como, al parecer, tan significante, tan certero, para otra persona. Lo mismo veo en las reseñas, donde dejaré algunos comentarios aquí escritos. Primero, de Noesfm

-         Por medio de ella [la música], es posible percibir un ensamble de ternura, miedo, inseguridad y esperanza a lo largo de los casi veinte minutos de duración que posee este trabajo”.
                                                                                                    

Hablar de miedo, inseguridad, esperanza y ternura en una obra es algo comprometedor y apela bastante. Para complementar esto, me veo en la obligación de escribir toda la reseña de Cassetteblog y destacar algunos puntos:

 " «Llegue aquí buscando respuestas, buscando la calma, encontré la falta, encontré también una dolorosa liberación». Con esta frase los Beatrice Beatrice comienzan el texto con el cual cuentan de que se trata su nuevo material, con palabras que juegan en el mismo plano que la música: el de la emoción profunda e ilimitada.
      En medio del ruido y la maratón cotidiana sobre el asfalto, los horarios y obligaciones a cumplir, los compromisos con los demás, “Zo” nos sube a su bicicleta y nos lleva de paseo por nuestra alma.
Pensar que nos da miedo decir la palabra amor porque suena cursi. Pensar que nos da miedo el amor. Pensar que el amor hoy es la revolución. Pensar que lo buscamos ahí afuera entre tantas multitudes, en las veredas recién barridas, en los vueltos cuando pagamos lo que nos dieron; y sin embargo, está en nosotros y en cada cosa que miramos, olemos, escuchamos y logra conmovernos.
“Zo”, la nueva producción del proyecto chileno Beatrice Beatrice, es amor, es perdón, es dulzura y todas esas palabras prohibidas por el gris de los días aislados.
Conmueve, y sin anestesia.
Asusta. Claro que sí. Siempre da miedo mirarse y descubrirse vivo, saber que somos parte de todo, y de verdad, sin libros de metafísica ni autoayuda.
Es real porque se siente.
Sentir.
El dolor. El miedo. El amor.
Extremos que se funden en un solo punto.
“Zo” nos pierde en los laberintos que guardamos en nosotros, y como un mantra, hace eco en cada giro que parece no tener salida.
Nos encontramos al cerrar los ojos.
Sentir para sanar
."

Lo que dice esta reseña es demasiado comprometedor, es de una apertura inmensa. Me apropiaré de algunas frases para ir haciendo la bajada: “Llegué aquí buscando respuestas (…), encontré la falta (…)”. Eso es lo que pasa con mi análisis y tu música, y ya lo dije: vine aquí a ver qué podemos decir de esto entre nosotros, pero me encuentro con este abismo. Aun así, eso no es negativo, y yo creo que bien tú lo entiendes, es lo inevitable. ¿Es esa la dolorosa liberación a la que haces mención, Tere? Siguiendo con esa reseña, más allá de la certeza y universalidad con la que se expresa algo que en realidad es individual, lo importante es tomar ese relato como el de otro que así se vivió tu música. Esas son las puertas que, en el fondo, quedan abiertas a través de tu música, y es así como una persona en particular habitó esos espacios. Ya puedo empezar a ser más certero yo al decir que me pasan cosas en algún punto similares. Y puedo empezar a ser más certero al acordarme del Mushin no shin, al releer el escrito que abre en el bandcamp, y, sobretodo, al traer a la comida algo que es mencionado en la reseña de Noesfm:

-         Parte importante de esta terapia se materializó en una sesión de escucha íntegra del álbum en el Hospital Psiquiátrico Horwitz junto a usuarios que sobrellevan un proceso de sanación, generando además una actividad de conversa y conexión por medio del compartimiento en grupo de experiencias emocionales y vivencias respecto a sus tratamientos.”

Cambia la cosa. Y cambia por dos cosas, una evidente, y otra no tan evidente. Lo evidente es que tu música, para otros, cumplió un rol, una función. ¿Recuerdas cuando hablaba de función en la música? Sí, cuando hablábamos de lo ambient. Por tanto, se está cumpliendo esa condición sobre la cual antes no me había mencionado: esto vendría a ser música para sanación, música para terapia, música para un terapeuta o grupo terapéutico, y sus posibles variantes. Al menos es así en la experiencia de ese terapeuta que tomó la decisión de aplicar eso en su terapia, y al menos es así en la experiencia de aquellos pacientes de terapia. Tu música fue parte de una instancia música muy particular, y lo digo sin ánimos de especular que tu música califique como musicoterapia o es una música que sana, nada más pretencioso y alejado de la realidad. Tu música fue música en torno a esa actividad comunitaria, una relacionada a la salud mental, a lo psicológico, no intento decir más que lo que estoy diciendo. Si ahora sumo lo que no es tan evidente, es que puedo empezar a ser más certero en lo que digo: Lo que no es evidente, es que esta música tiene que ver con un proceso tuyo en relación a tu salud mental, y eso lo sé porque me lo dijiste. Vale decir, esta música es, desde la fuente, concebida en medio de un largo proceso donde tú te estás explorando y buscando entender cosas de ti. Vuelvo a lo no obvio, y destaco que estás buscando entender cosas de ti, por tanto hay un intento de concilio contigo, en algún sentido. Por tanto, si esta música algo tuviese que ver con ese proceso, tendría que ser… conciliadora, quizás. Ligera y amable. ¿Te hace sentido?


 Hospital Psiquiátrico Horwitz, fotografía por Teresa Wilms Montt

Recordando que la última pieza de tu disco hace un cierre en negación, según lo anteriormente dicho, es que quizás deba reformular dado lo sugerente de la instancia de terapia. Ya no sería un cierre en negación, sino sería un cierre que propone un movimiento de una situación. De eso lejano, de eso cargado en lo imaginario (haciendo alusión a las sensaciones que me transmite la sensación de espacio de las reverberaciones y texturas en general) a una cosa del hoy y presente, de frente. Aquí y ahora, doy el paso hacia adelante, dejando algo atrás, no soy el mismo.

Pensando en que precisamente una música que es publicada es abierta hacia el mundo, y, por tanto, esta música difícilmente busca encriptarse en sí misma, y que además difícilmente es posible lograr eso, dado que no podemos controlar al otro en su escucha y pretender ese control sería aún peor... es que me surge una pregunta con ánimos de certeza. Mi pregunta es: ¿Quisiste dejar algo de ese proceso al otro? ¿Quisiste que, en medio de todo este entramado de símbolos bastante personales, dejar la puerta abierta a una serie prácticamente infinita de preguntas, pero donde algunxs podemos preguntarnos cosas con relativa similitud? Y que, claro, la música de fondo (ambient) me haga vivenciar estas experiencias de manera conciliadora y amable. Una invitación amable a ser escuchada, la música… Y una invitación amable a escucharme.




                                                                                                                                          -Josef

miércoles, 12 de febrero de 2020

Detenerme, y emocionarme: Sesión Bushidō nº14 - Pálida

Hoy me doy un tiempo para dedicar unas palabras a la entrega n° 14 de las hermosas sesiones Bushidō, dedicado al registro audiovisual de música en vivo. El catálogo destaca por su heterogeneidad, y por su sello en el aspecto de producción musical: la grabación en cinta (¡de nuevo! esta grabadora nos dará harto qué hablar en el tiempo). La sesión n°14 corresponde a la de Pálida.

Pálida en ciclo Novilunio I, fotografía por Daniel Puelma


Pálida es un proyecto conformado únicamente por Felipe Flores, oriundo de Peumo, Santiago, y pertenece al sello Samsara Records. La propuesta musical está instrumentalmente centrada en el uso de guitarra eléctrica, efectos, pads de batería, todo esto en función del loop. Para esta sesión, Pálida nos ofrece 3 piezas sobre las cuales me detendré a caracterizar, reflexionar... y a emocionar. Porque en algún momento tengo que detenerme, y emocionarme.

Portada Sesión Bushidō nº14 - Pálida, por Javiera Méndez


Como no soy sujeto neutro, al hablar del otro también hablo de mí. Pero seré explícito: esta semana he estado escuchando hardcore, post-hardcore, voces gritonas, una que otra música aledaña a esos estilos y géneros. Al escuchar esta sesión, recordé algo que me ocurrió tocando en una gira, acompañando a Principante, durante el verano del 2019. En su paso por la quinta región, tuve la fortuna de conocerlo y de escuchar su música, donde el impacto de esta última me marcó: nostalgia enorme... Me abordó una sensación de abandono de este estado de calma, la cual recuerdo haber experimentado mucho en la niñez y adolescencia. Ese 'silencio' que, como he leído alguna vez, no es de gusto para todxs. Enfrentarme a esta sesión fue, de nuevo, entre todo las voces y guitarras con distorsión que a voluntad elijo como espacio sonoro virtual para desenvolver mi cotidianidad, revivir ese estado de calma. Es una palma en el pecho, de un amigo, diciéndome que me detenga y tome un respiro.

Parte del setup de Pálida, fotografía por Daniel Puelma


En estas 3 piezas tituladas El parrón, Tu piel, la nada, y Buganvilias, respectivamente, experimento aquella nostalgia activa del midwest-emo, del dreampop, y de lo que me pasó con Principiante. Las guitarras, sin duda, me llevan a un midwest-emo, donde la complejidad contrapuntística y la elección de metro compuesto no rebosan como una fijación estilística que exige adoración en sí misma, sino para configurar un espacio textural específico, el de los movimientos diatónicos libres, una especie de pre-cluster. Sensaciones que me recuerdan a algunas músicas de Sigur Rós, o algunas piezas de Arvo Pärt en su estilo tintinnabuli. En la medida en que las guitarras aparecen, junto con notas de apoyo agudas más gestuales que melódicas, se estructuran ante el loop, y se complejizan, surgen beats de batería para reforzar el andar de la música. Sumado a eso, se suman pistas de narraciones habladas a bajo volumen, sin desviar la atención de lo que se propone instrumentalmente. La pieza titulada Tu piel, la nada, destaca por su introducción cargada al feedback de delay, propuesta sonora que me hubiese gustado haber seguido escuchando a través de las piezas.
La propuesta es puramente instrumental, sin líricas, y siento una gran gravitación hacia la introspección. Debe ser por lo que me sugiere, en relación a otras músicas, su sonoridad. O también por lo sugerente de la imagen; un cuerpo, expresando, y jugando. Un momento del uno consigo mismo en tierras cercanas y cotidianidades, de expresarse uno, de expresarse eso, a uno. Reconocerme.