domingo, 23 de febrero de 2020

Carta a Teresa: Una amable invitación


La siguiente carta contiene pensamientos y reflexiones escritas por mí para Teresa Wilms Montt sobre el álbum , de Beatrice Beatrice, quien me manifestó su deseo de indagar en su obra. Luego del intercambio de experiencias, aquí están algunos pensamientos finales.




Me resulta muy interesante revisar todo esto, de la manera que lo estamos haciendo. Me recuerdo a mí, revisando mis músicas, antes y después de llevarse a cabo. Así de cerca me siento. Te agradezco por la confianza.
Voy a comenzar relatando las piezas en su aspecto sonoro, luego volviéndome sobre algunos elementos que me llamaron la atención en relación a aspectos musicales varios, y empezaré a soltar mis preguntas y los supuestos.

 se compone de 9 piezas… como acordamos, las llamaríamos piezas:
     
      1-      Todas estas cosas hermosas y terribles
      2-     Ahora nuestras mentes están tranquilas
      3-     Viento tibio
      4-     Clonazepam
      5-     La muerte como liberación
      6-    Miedo
      7-     Un tembloroso salto aplasta mil mundos
      8-     Amor es reflejo
      9-    El inevitable aprendizaje del amor

Para comenzar me referiré a los elementos generales que atraviesan a todas las piezas, para luego ir deteniéndome sobre aspectos particulares. Lo primero que puedo notar a grandes rasgos es que el motor está puesto en las texturas, qué quiero decir: a diferencia de las canciones populares, donde suelen haber partes bien diferenciadas en relación a melodía, armonía, ritmos, etc., aquí lo que mueve cada pieza es la variación de timbres y colores, y su pensamiento conjunto, textura. Esto es lo que, en mi percepción, me aleja de la concepción de la canción popular, donde acostumbramos a distinguir partes a través de giros armónicos muy diferenciados y melodías que vuelven sobre sí, tanto en repeticiones calcadas como en guiños a elementos que se predican sobre la canción.  En tu obra cada aparición de melodías, acordes y arpegios, aparecen como capas de distintos timbres, y destacan más por esto último que por su concepción en relación a las alturas de nota, ritmos, u otro parámetro. Esto sucede, pienso, por el foco del desarrollo puesto en las melodías, que no es el común, y en el entramado armónico. Sobre lo melódico, hay piezas donde los sintetizadores son juguetones y hay una constante variación de melodía (como en Clonazepam, que de hecho esta sí se acerca estructuralmente a una canción popular, o, por otro lado, en Un tembloroso salto aplasta a mil mundos) pero se da a nivel gestual: se conservan aspectos del movimiento melódico pero no en relación a los parámetros mencionados (en relación a la altura o ritmo), sólo a su gesto (movimiento) en razón de su timbre. Suena como una exploración constante, una gran idea, en vez de una idea pequeña que se fue desarrollando. Para mis efectos: una capa. Si me enfoco en el entramado armónico y textural, puedo dar cuenta de que la mayoría de las piezas están concebidas desde las cuerdas, sea guitarras o bajo, para luego, sobre ellas, darse espacio a melodías de sintetizadores, arreglos de ruidos poco usuales, y hasta voz, en algunas piezas. Los tipos de arpegio me recuerdan a la música emo y post-rock; contrapunto en guitarras, y desprendimiento de la pesada concepción meramente triádica y de una funcionalidad pesantemente gravitatoria. Si tuviese que hacer una recopilación de alturas de nota, en las partes de mayor densidad textural, daría por resultado un casi-cluster… Así como sucede con la música del amigo Pálida. Cuando hablamos de clusters tendemos a pensar en un complejo armónico que, perceptivamente, puede resultar confuso, abrasivo y en tensión. Sin embargo, un cluster (o casi-cluster virtual dado que no existe el cluster como tal en tus piezas) puede expresar liviandad o ligereza. Dado que las piezas están concebidas diatónicamente (respetando una escala de 7 notas a la manera propuesta (o impuesta) por la tradición europea), y por cómo tratas el entramado textural, es que todo el complejo armónico suena más en reposo o resolución que en tensión. No suena duro. Y me voy a dar vueltas en esto último, no suena duro, no suena pesante… es ligero, en mi sensación. Esto es algo que caracteriza a toda la música, su ligereza. Una invitación muy amable a ser escuchada. Pienso que si esto atraviesa a toda la obra, entonces debe ser algo que debo prestarle atención, quizás hay una intención acá. Luego seguiré con esto que acabo de proponer.

Por supuesto, que no todo en música es la nota y su relación de alturas. La premisa de tu obra así lo expresa, y lo que yo veo de ella, también. Por eso es importante para mí destacar los otros elementos sonoros que aportan en esta percepción mía, además de los anteriormente mencionados: reverberaciones gigantes que no resultan oscuras, incorporación de paisajes sonoros o sonidos ambientes, piezas de pocas partes estructuralmente hablando, la corta duración de cada pieza, ausencia de percusiones, y escueto uso de voz. Deseo destacar de esto último que tu uso de voz en Amor es reflejo me llama mucho la atención, por la manera en que cantas. Esa ejecución es muy liviana, cantando bajito y dejando pasar mucho aire, me da la impresión… Como alguien recién descubriendo su voz, un poco sorprendido y a la vez miedoso de lo que pueda salir desde uno. Todo lo anteriormente dicho, además de ligereza, me hace sentir en un espacio íntimo y personal. Tanto por ti, tanto por mí. Lo ligero, lo personal e íntimo es algo que, pienso, pasa por toda la obra. Es esto lo que me hace sentir, a grandes rasgos. Incluso frágil, recuerdo tu voz cantando. Sin embargo, todo lo anteriormente propuesto es en cierto sentido negado en la última pieza El inevitable aprendizaje del amor donde hay una clara melodía y una clara armonía en sintentizadores y un beat. La prédica de música hecha en base a cuerdas se esfuma, y la exploración melódico-textural también, los sonidos ambientes desaparecen. Para reforzar en la idea de la negación, la pieza casi a su final también se despide de las reverberaciones, trayendo del "allá" al "acá" el material sonoro, en términos de espacio, y cortando con la ligereza y ensoñación que se venía proponiendo... Como diciendo: todo esto fue, contrario a un todo esto es. Sobre esta idea volveré más adelante.


Beatrice Beatrice en el Hospital Psiquiátrico Horwitz, fotografía por Teresa Wilms Montt

Habíamos hablado antes del carácter ambient que podría tener este álbum dada la forma en que está concebido, según yo, desde lo textural y tímbrico en lo sonoro, y ofreciendo ligereza a nivel de escucha. Me dijiste que sí había mucha influencia de eso. Sin embargo, acordamos que lo ambient no existía tanto en el objeto en sí, a estas alturas, sino que también es una posición desde donde se escucha, una manera de relacionarse con las músicas y sonido. Esto me parece sumamente relevante, dado que sí percibo algo de lo ambient en las piezas pero… qué es. Y por qué es algo, y no todo. En mi cuaderno de anotaciones tengo escrito “AMBIENT, NO MUCHO” en relación a mi primera escucha. Para esto, volveré sobre algo que ya escribí sobre el álbum: Una invitación muy amable a ser escuchada. Esto es lo que entra en conflicto con la idea que tengo del ambient, donde la escucha debiese ser desatenta o distintamente atenta, y en función de una actividad o instancia. Recuerdo el título de la que se podría considerar como una de las piedras angulares de la reivindicación de este tipo de instancia-escucha, que sería Erik Satie con Musique d’ameublement, y la segunda, que viene a instalar al ambient tal cual como lo conocemos, Brian Eno con Music for airports. Ahora, Tere, por qué me doy la vuelta larga nombrando esto… Es porque no todo es tan obvio, al menos para mí, al menos hoy. Fíjate en los títulos, música de-, música para-, eso es lo que yo veo en tu música que me hizo pensar en el ambient, además de la clara amabilidad sonora. Sin embargo, y a pesar de no ser acaparadora, siento que no es música para ser sólo oída, sino que hay una constante invitación… Vuelvo sobre lo dicho: una invitación muy amable a ser escuchada. Y que esa invitación puede tener un objetivo. Antes de seguir, voy a recalcar que no tenemos que volvernos locos intentando encontrar el sentido último de esta música, porque quizás no la haya. Muy probablemente no la hay. Estamos especulando, estamos pensando en conjunto. Hay cosas que nos hacen sentido, y estamos intentando darle un sentido conjunto a esto, precisamente estamos habitando la distancia entre nosotros a través de tu música.

Sigo, entonces ese es el sentido compartido con lo ambient, primero lo amable en la escucha sugerida y segundo una funcionalidad, en relación a una instancia, de la cual aún no he hablado y mencionaré luego. Donde fricciona es con la invitación. Porque, desde donde entiendo lo ambient en el objeto-música, sucede que está precisamente pensando para ser sólo oído, o no ser escuchada-solamente, formando parte de la arquitectura sonora de un espacio donde se desarrolla una instancia. Aquí es donde estarías rompiendo el cascarón de lo ambient, porque una invitación a la escucha no se condice con el propósito primero de lo ambient. Ahora… Entiendo que cada uno escucha como quiere, hace lo que quiere y significa las músicas como les plazca y me parece del todo bien, sin embargo, te hablo desde mi experiencia con tu obra. Siempre recuerda eso. Entonces, ahora me toca decir por qué es que siento una invitación a través de tu música… Y esto me pasa por todo lo que involucra tu obra, tu música, desde lo no-solamente-sonoro. La otra parte de la música y que también es música. Es a través de los títulos de las piezas, de la letra de las piezas cantadas, artwork, del escrito que abre en bandcamp, de los comentarios en el vídeo de youtube, de las reseñas… Todo aquello me hace pensar que aquí te jugaste cosas y que quisiste plasmar, dejar inscrito de alguna manera. Por otro lado, lo que las personas han manifestado de tu obra me hacen pensar que también se están jugando cosas con tu música, la han significado, la hicieron suya, y no es mera música para los quehaceres cotidianos y particulares de cada quién (pero no niego la posibilidad de que esto pueda ser).

Artwork del álbum Zō de Beatrice Beatrice, por Mercedes Araya Day

Lo primero con lo que me topo al enfrentarme a tu música es una imagen compuesta de dos fotos, ambas de flores. Una es apenas usada de marco, la otra es centro. A un costado, una caligrafía japonesa, de la cual no tengo conocimiento técnico (¿serán kanjis o algo así?). Las flores son buganvilias en tono morado, tan cotidianas como siempre acaparadoras en su belleza, me gustan. Lo siguiente con lo que me topo es con títulos de las piezas que me sugieren lo que vengo predicando ya desde hace rato: cotidianidad, intimidad, lo personal. Lo veo en la elección de Clonazepam, conocida droga, La muerte como liberación o El inevitable aprendizaje del dolor, donde dejas de manifiesto pensamientos tuyos, y por último Un tembloroso salto aplasta mil mundos, como sacado de una novela de Herman Hesse, donde quién sabe cómo es que estás significando esa oración.  Mientras sigo escuchando la música, y me doy vueltas en todo lo que yo, como músico, me estaría jugando al inscribir estas cosas en una supuesta música mía, sigo leyendo los comentarios de youtube. El comentario que me asombra, lejos de las siempre bienvenidas felicitaciones por tu música, es el que me aparece al último: Mushin no shin. Nada más. Lo que para mí, viene a aportar en esta aura críptica. Puedo decir tan críptico como personal tuyo. Porque lo que es el otro, para mí, es siempre un misterio, estoy siempre a una distancia, por más mínima que sea. Y aquí se hace gala de esto personal que paradójicamente me aleja. No en un mal sentido. Hay tanto de cosas tuyas personales e íntimas, por así decirlo, que es demasiado difícil de descifrar, de decir algo concreto.  Y quizás ni siquiera están ahí para ser dichas pero conforman esto que estoy experimentando, de alguna manera. Vuelvo a insistir, y espero no ser tan majadero con esto, pero no es obvio. Podríamos estar todo un día discutiendo sobre lo personal en la obra, en abstracto, pero estoy hablando yo, y estoy hablando de lo que conozco de ti, y de tu obra. Y aquí no hay una declaración de principios clara, no hay un relato de una historia, hay otras cosas, eso percibo. Por eso digo que no es obvio que haya una presencia demasiado íntima y personal en tu obra.
Volviendo sobre lo dicho, es esa distancia que me genera todo esto tan personal tuyo, lo que a la vez abre el espacio para yo significar y apropiar tu música. Y es esto lo que veo en ese comentario, también, Mushin no shin. Tan alejado de mí como, al parecer, tan significante, tan certero, para otra persona. Lo mismo veo en las reseñas, donde dejaré algunos comentarios aquí escritos. Primero, de Noesfm

-         Por medio de ella [la música], es posible percibir un ensamble de ternura, miedo, inseguridad y esperanza a lo largo de los casi veinte minutos de duración que posee este trabajo”.
                                                                                                    

Hablar de miedo, inseguridad, esperanza y ternura en una obra es algo comprometedor y apela bastante. Para complementar esto, me veo en la obligación de escribir toda la reseña de Cassetteblog y destacar algunos puntos:

 " «Llegue aquí buscando respuestas, buscando la calma, encontré la falta, encontré también una dolorosa liberación». Con esta frase los Beatrice Beatrice comienzan el texto con el cual cuentan de que se trata su nuevo material, con palabras que juegan en el mismo plano que la música: el de la emoción profunda e ilimitada.
      En medio del ruido y la maratón cotidiana sobre el asfalto, los horarios y obligaciones a cumplir, los compromisos con los demás, “Zo” nos sube a su bicicleta y nos lleva de paseo por nuestra alma.
Pensar que nos da miedo decir la palabra amor porque suena cursi. Pensar que nos da miedo el amor. Pensar que el amor hoy es la revolución. Pensar que lo buscamos ahí afuera entre tantas multitudes, en las veredas recién barridas, en los vueltos cuando pagamos lo que nos dieron; y sin embargo, está en nosotros y en cada cosa que miramos, olemos, escuchamos y logra conmovernos.
“Zo”, la nueva producción del proyecto chileno Beatrice Beatrice, es amor, es perdón, es dulzura y todas esas palabras prohibidas por el gris de los días aislados.
Conmueve, y sin anestesia.
Asusta. Claro que sí. Siempre da miedo mirarse y descubrirse vivo, saber que somos parte de todo, y de verdad, sin libros de metafísica ni autoayuda.
Es real porque se siente.
Sentir.
El dolor. El miedo. El amor.
Extremos que se funden en un solo punto.
“Zo” nos pierde en los laberintos que guardamos en nosotros, y como un mantra, hace eco en cada giro que parece no tener salida.
Nos encontramos al cerrar los ojos.
Sentir para sanar
."

Lo que dice esta reseña es demasiado comprometedor, es de una apertura inmensa. Me apropiaré de algunas frases para ir haciendo la bajada: “Llegué aquí buscando respuestas (…), encontré la falta (…)”. Eso es lo que pasa con mi análisis y tu música, y ya lo dije: vine aquí a ver qué podemos decir de esto entre nosotros, pero me encuentro con este abismo. Aun así, eso no es negativo, y yo creo que bien tú lo entiendes, es lo inevitable. ¿Es esa la dolorosa liberación a la que haces mención, Tere? Siguiendo con esa reseña, más allá de la certeza y universalidad con la que se expresa algo que en realidad es individual, lo importante es tomar ese relato como el de otro que así se vivió tu música. Esas son las puertas que, en el fondo, quedan abiertas a través de tu música, y es así como una persona en particular habitó esos espacios. Ya puedo empezar a ser más certero yo al decir que me pasan cosas en algún punto similares. Y puedo empezar a ser más certero al acordarme del Mushin no shin, al releer el escrito que abre en el bandcamp, y, sobretodo, al traer a la comida algo que es mencionado en la reseña de Noesfm:

-         Parte importante de esta terapia se materializó en una sesión de escucha íntegra del álbum en el Hospital Psiquiátrico Horwitz junto a usuarios que sobrellevan un proceso de sanación, generando además una actividad de conversa y conexión por medio del compartimiento en grupo de experiencias emocionales y vivencias respecto a sus tratamientos.”

Cambia la cosa. Y cambia por dos cosas, una evidente, y otra no tan evidente. Lo evidente es que tu música, para otros, cumplió un rol, una función. ¿Recuerdas cuando hablaba de función en la música? Sí, cuando hablábamos de lo ambient. Por tanto, se está cumpliendo esa condición sobre la cual antes no me había mencionado: esto vendría a ser música para sanación, música para terapia, música para un terapeuta o grupo terapéutico, y sus posibles variantes. Al menos es así en la experiencia de ese terapeuta que tomó la decisión de aplicar eso en su terapia, y al menos es así en la experiencia de aquellos pacientes de terapia. Tu música fue parte de una instancia música muy particular, y lo digo sin ánimos de especular que tu música califique como musicoterapia o es una música que sana, nada más pretencioso y alejado de la realidad. Tu música fue música en torno a esa actividad comunitaria, una relacionada a la salud mental, a lo psicológico, no intento decir más que lo que estoy diciendo. Si ahora sumo lo que no es tan evidente, es que puedo empezar a ser más certero en lo que digo: Lo que no es evidente, es que esta música tiene que ver con un proceso tuyo en relación a tu salud mental, y eso lo sé porque me lo dijiste. Vale decir, esta música es, desde la fuente, concebida en medio de un largo proceso donde tú te estás explorando y buscando entender cosas de ti. Vuelvo a lo no obvio, y destaco que estás buscando entender cosas de ti, por tanto hay un intento de concilio contigo, en algún sentido. Por tanto, si esta música algo tuviese que ver con ese proceso, tendría que ser… conciliadora, quizás. Ligera y amable. ¿Te hace sentido?


 Hospital Psiquiátrico Horwitz, fotografía por Teresa Wilms Montt

Recordando que la última pieza de tu disco hace un cierre en negación, según lo anteriormente dicho, es que quizás deba reformular dado lo sugerente de la instancia de terapia. Ya no sería un cierre en negación, sino sería un cierre que propone un movimiento de una situación. De eso lejano, de eso cargado en lo imaginario (haciendo alusión a las sensaciones que me transmite la sensación de espacio de las reverberaciones y texturas en general) a una cosa del hoy y presente, de frente. Aquí y ahora, doy el paso hacia adelante, dejando algo atrás, no soy el mismo.

Pensando en que precisamente una música que es publicada es abierta hacia el mundo, y, por tanto, esta música difícilmente busca encriptarse en sí misma, y que además difícilmente es posible lograr eso, dado que no podemos controlar al otro en su escucha y pretender ese control sería aún peor... es que me surge una pregunta con ánimos de certeza. Mi pregunta es: ¿Quisiste dejar algo de ese proceso al otro? ¿Quisiste que, en medio de todo este entramado de símbolos bastante personales, dejar la puerta abierta a una serie prácticamente infinita de preguntas, pero donde algunxs podemos preguntarnos cosas con relativa similitud? Y que, claro, la música de fondo (ambient) me haga vivenciar estas experiencias de manera conciliadora y amable. Una invitación amable a ser escuchada, la música… Y una invitación amable a escucharme.




                                                                                                                                          -Josef

miércoles, 12 de febrero de 2020

Detenerme, y emocionarme: Sesión Bushidō nº14 - Pálida

Hoy me doy un tiempo para dedicar unas palabras a la entrega n° 14 de las hermosas sesiones Bushidō, dedicado al registro audiovisual de música en vivo. El catálogo destaca por su heterogeneidad, y por su sello en el aspecto de producción musical: la grabación en cinta (¡de nuevo! esta grabadora nos dará harto qué hablar en el tiempo). La sesión n°14 corresponde a la de Pálida.

Pálida en ciclo Novilunio I, fotografía por Daniel Puelma


Pálida es un proyecto conformado únicamente por Felipe Flores, oriundo de Peumo, Santiago, y pertenece al sello Samsara Records. La propuesta musical está instrumentalmente centrada en el uso de guitarra eléctrica, efectos, pads de batería, todo esto en función del loop. Para esta sesión, Pálida nos ofrece 3 piezas sobre las cuales me detendré a caracterizar, reflexionar... y a emocionar. Porque en algún momento tengo que detenerme, y emocionarme.

Portada Sesión Bushidō nº14 - Pálida, por Javiera Méndez


Como no soy sujeto neutro, al hablar del otro también hablo de mí. Pero seré explícito: esta semana he estado escuchando hardcore, post-hardcore, voces gritonas, una que otra música aledaña a esos estilos y géneros. Al escuchar esta sesión, recordé algo que me ocurrió tocando en una gira, acompañando a Principante, durante el verano del 2019. En su paso por la quinta región, tuve la fortuna de conocerlo y de escuchar su música, donde el impacto de esta última me marcó: nostalgia enorme... Me abordó una sensación de abandono de este estado de calma, la cual recuerdo haber experimentado mucho en la niñez y adolescencia. Ese 'silencio' que, como he leído alguna vez, no es de gusto para todxs. Enfrentarme a esta sesión fue, de nuevo, entre todo las voces y guitarras con distorsión que a voluntad elijo como espacio sonoro virtual para desenvolver mi cotidianidad, revivir ese estado de calma. Es una palma en el pecho, de un amigo, diciéndome que me detenga y tome un respiro.

Parte del setup de Pálida, fotografía por Daniel Puelma


En estas 3 piezas tituladas El parrón, Tu piel, la nada, y Buganvilias, respectivamente, experimento aquella nostalgia activa del midwest-emo, del dreampop, y de lo que me pasó con Principiante. Las guitarras, sin duda, me llevan a un midwest-emo, donde la complejidad contrapuntística y la elección de metro compuesto no rebosan como una fijación estilística que exige adoración en sí misma, sino para configurar un espacio textural específico, el de los movimientos diatónicos libres, una especie de pre-cluster. Sensaciones que me recuerdan a algunas músicas de Sigur Rós, o algunas piezas de Arvo Pärt en su estilo tintinnabuli. En la medida en que las guitarras aparecen, junto con notas de apoyo agudas más gestuales que melódicas, se estructuran ante el loop, y se complejizan, surgen beats de batería para reforzar el andar de la música. Sumado a eso, se suman pistas de narraciones habladas a bajo volumen, sin desviar la atención de lo que se propone instrumentalmente. La pieza titulada Tu piel, la nada, destaca por su introducción cargada al feedback de delay, propuesta sonora que me hubiese gustado haber seguido escuchando a través de las piezas.
La propuesta es puramente instrumental, sin líricas, y siento una gran gravitación hacia la introspección. Debe ser por lo que me sugiere, en relación a otras músicas, su sonoridad. O también por lo sugerente de la imagen; un cuerpo, expresando, y jugando. Un momento del uno consigo mismo en tierras cercanas y cotidianidades, de expresarse uno, de expresarse eso, a uno. Reconocerme.





domingo, 2 de febrero de 2020

La eternidad del proceso análogo

Hace un tiempo se realizó una instancia que, bajo ciertas perspectivas, podría presentarse como un paréntesis, una rareza, un otro respecto de lo que entendemos por "tocata".
Hoy, algo de esta instancia vuelve a aparecer. Lo que se presentará a continuación es una breve reseña de la música acontecida en La eternidad del proceso análogo, lanzamiento en vivo del disco Música para filodendros a cargo de Polanco, y acompañado en la presentación por Francisco Juacida, en Café Brunet, Santiago. Esta instancia no sólo se sirvió de improvisaciones y muestrario de máquinas de sonido, sino de una conversación acerca de los procesos creativos en relación a la grabación en cinta y la música en disposición a grabarse, incluyendo apreciaciones tanto técnicas como emocionales sobre lo que sucede en medio, entre quieres graban y lo grabado.
Comenzaré con una breve reseña sobre las músicas que sucedieron en dicha instancia, para luego, y a manera inversa de lo ocurrido, detenerme en pensamientos y reflexiones sobre la instancia toda de La eternidad del proceso análogo.


Polanco en Café Brunet, fotografía por Daniel Puelma


Polanco nos ofrece una gran pieza titulada Lluvia de invierno, me atrevo a decir en una actitud drone, contemplativa, jugando con las apariciones y variaciones muy sutil y delicadamente. Un arpegio se mantiene durante toda la pieza, donde se notas tenidas aparecen y presentan variaciones levísimas, casi imperceptibles... Muy cautivador, en mi apreciación. Avanzada la pieza, el arpegio se someterá a variaciones, pero manteniendo el andar, ofreciéndose como el gran cambio de temple, dando espacio a otro tipo de intervenciones, siempre sutiles, siempre delicadas, haciendo lugar a pasajes decididamente tonales y de andar perceptible, intercambiando con escenarios más lisos en su temporalidad.
El final se asoma como una gran condensación del desarrollo de la pieza, a mi parecer. He aquí el núcleo.

Francisco Juacida en Café Brunet, fotografía por Daniel Puelma

En estas 4 piezas nos encontramos con variedad de propuestas texturales, desde reminiscencias a pistas de electrónica pop, acordes en loop, desarrollo del timbre en tiempo real, samples de paisajes, ruidos, incluso beats, hasta melodías tímidas (gestos, diría yo), reverberación por montones, contraposición de afinaciones entre la base y la melodía... Sí, afinaciones. Distintos ejes, o slightly detuned, como dirían algunos. Una actitud muy trance, muy acaparadora en términos sonoros, una música que ofrece material a los más atentos escuchas, y a los más "me dejé llevar". La última pieza destaca por su carácter drone, una pieza con un eje rítmico impredecible, a pesar de asomarse arpegios y pequeños gestos, más tímida en variaciones que las anteriores, más estática.


Grabadora de cinta Revox B77 Reel Recorder, fotografía por Daniel Puelma


Ya habiendo hablado sobre las músicas y su sonido, me abro a pensar sobre la instancia música sobre la cual se vivieron estas grabaciones...

Lo que más me llama la atención de esta instancia es, precisamente, su configuración en tanto instancia distinta de lo que entendemos por tocata. Antes de que nuestros compañeros hicieran lo suyo al rededor de los sintetizadores y la grabación en cinta, se dio lugar a un workshop sobre el proceso que aconteció a nivel de tocata: procesos de grabación en formato cinta. Los encargados de llevar a cabo el workshop fueron Daniel Puelma y Javier Bravo de Samsara Records, donde el primero nos contó sobre los aspectos técnico-teóricos de la grabación en cinta y el segundo desde la perspectiva de difusión de este tipo de formatos.

Lo que agradezco y destaco de este tipo de experiencias es que no sólo está reducida a la forma de mero instructivo sobre procesos, sino que se involucran aspectos que, además de situados, son de apreciación. Qué quiero decir: hay una parte de la experiencia misma en juego, de lo particular de esta instancia, que se hace notar por parte de los exponentes y ejerce un rol importante a la hora de explicar sobre (y vivenciar) el proceso creativo. Los exponentes nos hablan desde un lugar muy humano, muy consciente de las subjetividades en diálogo, muy consciente de lo que puede suscitar un proceso creativo con las características que ofrece la grabación en cinta y sus particularidades: los rituales, los limitantes, lo sugerente. Qué me pasa como músico, por tanto, qué le pasa a mi música al grabar en cinta. Preguntas que interpelan a cada agente activo en la actividad de grabar, de lo cual surge un punto en común entre las partes, un diálogo que busca resolver (aunque no necesariamente resuelva, este no es el objetivo, ni de interés, en lo personal). Si sigo estirando el chicle, la pregunta es qué nos ocurre luego, como músicos, al vivir esta experiencia. Cuál será nuestra relación con las grabaciones en general, en qué nos tocó la cinta. Cuál es la huella, ¿la hay? Aquí hablo desde mi pura experiencia: sí, en mi experiencia así ha ocurrido, y más a un nivel inconsciente que consciente, hasta incluso en un nivel de acercamiento de lo que es la instancia grabación en general. Por tanto, cómo la cinta ha cambiado mi música. En definitiva, hay una huella. La eternidad de este proceso análogo habita en mí, y me atrevo a decir que en todxs quienes lo experimentan, sin duda de maneras muy diversas.

Fotografía por Daniel Puelma


Todo lo anteriormente expuesto es una experiencia que interpela y atraviesa a todos quienes hacen la música, incluyo, por su puesto, a los oyentes. Recordemos que la música como fenómeno perceptivo existe en tanto suceda en un individuo, los oídos son el primer instrumento, como una vez me dijeron. Esto es lo que me interpela de la instancia, el workshop abre un espacio a la audiencia, un lugar desde el dónde situarse a participar de esta instancia música, por supuesto que cada uno habitando de manera distinta el espacio ofrecido. La experiencia workshop también es la experiencia de la instancia música, sobretodo porque lo expuesto en el workshop es lo que iba a acontecer en la tocata. No sólo nos vivimos de una clase instructiva, insisto, y luego de una tocata. Lo uno y lo otro difícilmente son indivisibles, están difícilmente aparte, en la experiencia, en la percepción, en la construcción de sentido. Este valor es uno que no suele vivirse todos los días, ni de esta manera. Yo aplaudo esta diferencia.

Parte del Setup de Polanco, fotografía por Daniel Puelma


                                                                                                                                                       -Josef